Tribuna Campeche

Diario Independiente

CORRUPTA E IMPOPULAR

Layda Sansores San Román es la peor gobernadora que ha padecido Campeche en toda su historia. Es lo peor que le pudo haber pasado a nuestra entidad. Y ya está a punto de ser la peor gobernadora de todo el país…


Ya se ubica la nefasta y farsante Layda Elena Sansores San Román, en la posición 31 del ranking de la Consultora Mitofsky respecto a gobernadores y gobernadoras de México, que elaboró en octubre pasado. La perseverancia de la senecta mandataria para hacer mal las cosas la condujo del sitio 26 con que inició el año, al penúltimo lugar en la evaluación. O sea es la segunda peor gobernadora del país.

No sorprende esta información a quienes hemos venido diciendo desde hace tres años, que Sansores San Román es la peor gobernadora que ha padecido Campeche en toda su historia. Es lo peor que le pudo haber pasado a nuestra entidad. Y ya está a punto de ser la peor gobernadora de todo el país.

Y conste que desplazó de esa posición —penúltimo sitio— el fanfarrón mandatario zacatecano David Monreal Ávila, que ahora está en el lugar 26, con que arrancó Layda Elena este 2024. Que nadie se sorprenda si para enero, amanece la senecta campechana en la última posición.

Esto confirma la apreciación ciudadana respecto al pésimo trabajo que ha estado realizando la corrupta y mentirosa Sansores San Román. No se puede tener otra percepción, si lo que se ve —como dijera Juan Gabriel— no se juzga. Y lo que se ve es que no hay trabajo, no hay resultados, no hay atracción de inversiones, no hay generación de empleos, no hay seguridad, no hay programas sociales ni obra pública, etcétera.

Lo que sí abundan son muestras de corrupción, de impunidad, de tráfico de intereses, de influyentismo, de nepotismo, de encubrimientos, de complicidades y hasta de posibles nexos con la delincuencia organizada. Por eso es que el pueblo la reprueba en sus evaluaciones.

No podemos descartar que en una nueva explosión de su soberbia, la anciana de Palacio pretenda atribuir el resultado de esa encuesta a los “chayoteros”, a sus adversarios políticos, o a que Roy Campos, el dueño de esa consultora, le pidió un chayo y no se lo concedió. Vaya, hasta puede conferirle su “pinocho de oro”. Pero las gráficas sobre los resultados de esas evaluaciones datan desde que rindió protesta al cargo, y ahí se observa cómo ha venido cayendo en franca picada.

Ha fracasado también su política de relaciones públicas y comunicación, donde mantiene a un imbécil recomendado. El cuidado de su imagen ha sido nefasto. De nada le sirve tener cientos de miles de “seguidores” en sus redes sociales, si todos son bots o cuentas falsas creadas por sus empleados de confianza o por las granjas que maneja su sobrino.

Es inútil también que siga derrochando decenas de millones de pesos en sus posadas del jaguar y compartir el escenario con artistas de renombre —esos sí, muy populares—, pues el respaldo ciudadano no se contagia de esa forma. Se gana con trabajo y resultados. Con menos soberbia, con menos rencor, con menos obsesiones de venganza, con menos cinismo, con menos desvergüensa.

Pero es difícil cambiar a una octogenaria que ya no aspira a trascender ni a mejorar. Que logró lo que quería y que ahora está tratando de atesorar lo más que pueda para que su corrupta familia pueda esperar otro medio siglo para alguno otro de sus miembros busque recuperar el poder, que en tres años dejará.

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