Últimamente la corrupta gobernadora se ha quedado más tiempo en Campeche, pero carente de plan de Gobierno, sólo juega lotería por las noches, o saluda gente en la estación del Tren o se toma selfies con gente aleccionada en Playa Bonita…
Mucho se ha escrito sobre el ausentismo recurrente de la senecta mandataria, que cada fin de semana viaja a la Ciudad de México, Chiapas o Guatemala, y que sólo regresa a Campeche los martes para encabezar su show cómico-patético-ridículo-poético y musical en que se dedica a denostar a sus adversarios, y a presumir logros ajenos.
Tradicionalmente alejada de Campeche, pues sus intereses económicos y negocios están principalmente en la Ciudad de México, Querétaro y Chiapas, Layda Elena sólo regresaba cada vez que había elecciones, para ver en qué la candidateaban, en qué posición de la lista de plurinominales podían inscribirla o de qué manera podía sacarle provecho a su apellido para tener algún cargo público.
Por eso, porque no es de Campeche, ni ama Campeche, ni tiene intereses reales en Campeche —salvo todo lo que puedan saquear, ella, su sobrinito y toda la “tribu”— a Sansores San Román le aburre estar en estas tierras y prefiere abordar un avión cada vez que puede, para viajar hasta donde realmente se sienta bien, a donde pertenece.
Pero últimamente la autoritaria, soberbia y prepotente gobernadora se ha mantenido más tiempo en tierras campechanas. Tal vez por el conflicto con los policías, que ya ajustó seis semanas y va para la séptima, o tal vez porque estamos en campañas electorales, y necesita estar al pendiente de cómo van las cosas a nivel local, ya que en el ámbito federal, fue relegada del equipo de Claudia Sheinbaum, ya que es considerada como la “Reina Sadim”, que al revés “del Rey Midas”, que todo lo que tocaba lo convertía en oro, Layda Elena todo lo que toca lo hace mierda. Por eso la quieren lejos.
Cruel castigo para los campechanos, ciertamente, porque ya estamos acostumbrados a tenerla lejos, pero problemón en que la meten a ella, porque estando en Campeche se aburre mucho y no sabe qué hacer. Carece de estrategias, planes o proyectos de trabajo y de Gobierno en los cuales invertir su tiempo, así que se encierra todo el día en San Lorenzo o en la Casa Blanca de Guadalupe, o se la pasa todo jugando Diamond Mine en su tablet, tal y como acostumbraba cuando era senadora por el partido Movimiento Ciudadano.
Últimamente la anciana gobernanta acude, por ejemplo, a jugar Lotería Campechana por las noches. Va con su hermanita Laura y con la subsecretaria de Readaptación Social, Natasha María Bidault Mniszek, quien supuestamente fue cesada por los disturbios en el penal de San Francisco Kobén, que provocaron el levantamiento de los policías.
O sea, Natasha sigue cobrando puntualmente en el Gobierno, pero a siete de los 43 policías que fueron golpeados, los despidieron por protestar. Curioso, ¿no?
También hemos visto a Layda Elena acudir a la estación del Tren Maya a “saludar” a la gente, o a Playa Bonita a tomarse una selfie con grupos previamente aleccionados. Pero ¿a qué hora trabaja? ¿Cuándo la veremos inaugurando alguna obra o poniendo en marcha proyectos, programas, primeras piedras de algo o entregando alguna ayuda a la gente necesitada? Si no hace nada provechoso, ¿entonces por qué carajos le pagamos más de 150 mil pesos al mes, más lo que se acumule?
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