José Luis Martínez S.
El cartujo, con inveterada curiosidad, vio por televisión el Quinto Informe Presidencial. El éxtasis provocado por las palabras del primer mandatario entre los invitados al Centro de Convenciones de Campeche resulta inenarrable. ¿Cómo describir el fervor ejemplificado en el arrobo de Layda Sansores o en la mirada sibilina de Cuitláhuac García? El discurso fue triunfalista, repetitivo, pero a nadie le importó; los ritos litúrgicos no admiten desviaciones ni cuestionamientos y la nueva religión del Estado mexicano es implacable en este sentido.
Escuchando al ideólogo de la 4T, inexplicablemente el monje recordó a Octavio Paz, para quien los ideólogos son “esa casta cuya especialidad es la manipulación de los conceptos y los vocablos”. En El Colegio Nacional, en 1975, el poeta dijo también: “El ideólogo es el hombre del sermón (y) la prédica. Es el proveedor de razones para las acusaciones y las condenas”.
El recuerdo se fue tan rápido como llegó mientras el hombre más poderoso de México continuaba frente al micrófono —su juguete favorito— dibujando un país de ensueño, en cual dan ganas de vivir algún día, en donde la corrupción ha desaparecido, se promueve la cultura y la ciencia, se garantiza el derecho a la educación y la salud, se cuida el medio ambiente y se tiene —entre tantas otras cosas buenas— “el mejor programa de reforestación del mundo, no hay en ningún país un programa así (Sembrando Vida), ni en Rusia ni en China ni en Estados Unidos”. Ni en la galaxia entera, para no pecar de falsa modestia.
López Obrador no cesó de mencionar los logros de su administración en todos los ámbitos, destacando la disminución de la pobreza. Era su día y quizá por eso pasó por alto las escandalosas cifras de personas desaparecidas durante su gobierno, lanzó fuertes acusaciones contra el Poder Judicial y evitó mencionar su abusiva intromisión en la sucesión presidencial. Aunque al final prometió: “Seguiremos caminando hacia los sublimes ideales de la democracia, la democracia verdadera, la justicia, la igualdad, la libertad, la fraternidad y la soberanía”. Una sonrisa, por favor.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
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