Arnoldo Kraus Weisman
Dos realidades arropan o abrasan: la del Gobierno concluirá, como sucede día a día, con halagos y certezas positivas. La mirada de la población ajena a Morena difiere de la oficial.
Pronto finalizará el sexenio morenista. Los primeros seis años de un partido político diferente de los que han gobernado a México. Los anteriores, los del PRI y PAN, hundieron al país. Cuando el telón de este periodo se cierre, sumar y restar será necesario. Dos realidades arropan o abrasan: la del Gobierno concluirá, como sucede día a día, con halagos. Con certezas positivas. Con la seguridad de haber cumplido. Con la idea de entregar un México renovado, una Nación en la senda correcta.
La mirada de la población ajena a Morena difiere de la oficial: la Nación retrocedió, la miseria se profundizó, los sistemas de salud pública se empobrecieron, la inseguridad aumentó y el número y las formas de sobrevivir de los semaforistas se incrementó en todo el país. Semaforista es realidad mexicana y de todas las naciones en Latinoamérica y seguramente en otros países depauperados o en naciones “desarrolladas” donde porcentajes no desdeñables de la población padece hambre.
Los semaforistas, i.e., personas, con frecuencia acompañadas de menores de edad, que pasan largas horas en los semáforos vendiendo toda clase de productos, haciendo piruetas, pidiendo limosna, saltimbanquis, portando carteles sobre su enfermedad o la de sus seres queridos, limpiadores de parabrisas, organilleros, indígenas en condiciones de miseria extrema en la Ciudad de México y en todo el país y un largo etcétera en el cual deben inscribirse los asaltantes con pistolas en las calles, a pie o en motocicleta, donde los embotellamientos facilitan atrapar a quien maneja.
Los semaforistas fueron y son un triste retrato de nuestra realidad. Mi percepción, dado que ni hay números oficiales ni cuentan con seguro social “normal” o seguro social Bienestar es veraz: el número y la diversidad de acciones destinadas a sobrevivir ha aumentado. Los semaforistas no son creación de los morenistas, son herencia de los cuatro expresidentes que decidieron abandonar su país y radicar en el extranjero: Zedillo, Salinas de Gortari, Peña Nieto y Calderón. Triste corolario para quien “sirvió” y se sirvió de sus gobernados. En otro artículo he escrito y no creo equivocarme que México ocupa el primer lugar mundial en presidentes exportados. Penoso primer lugar. Cuatro de cinco expresidentes vivos: menudo récord. Sólo nos quedan Marta Fox y su esposo Vicente. A nuestros gobiernos les debería dar pena enterarse de la vida de sus semaforistas.
La realidad en México no es la del grupo Morena, ni remotamente de la re de Morena: ¿regeneración?: ¿dónde?, ¿en qué?, ¿hoy?, ¿en la economía?, ¿en las calles?, ¿en las agresiones matutinas desde el púlpito presidencial contra quienes no están de acuerdo? Toda regeneración se inicia y termina con cambios positivos, entre ellos, la verdad. Dentro de una miríada un ejemplo vivo.
Ni Morena ni la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, son culpables de la devastación producida por el huracán Otis. Sí son responsables (irresponsables), por deformar la realidad. Salgado, Morena, y quienes resulten responsables (irresponsables) han ajustado las cifras de los muertos (48 personas) y de los desaparecidos (entre 26 y 36) tras la devastación causada por Otis.
Ver para no creer. Ver los edificios, los barcos hundidos, los ejidos derruidos, los restos de palmeras, los familiares buscando a sus marineros, los cuerpos que devuelve el mar, la destrucción de los servicios de comunicación, la angustia de los acapulqueños por la falta de agua y de alimentos así como una verdad incontrovertible: 90% de los animales en situación de calle, sobre todo perros y gatos, falleció debido al huracán de acuerdo a la vocera de la organización Bienestar Animal del Gobierno de Guerrero. ¿Entonces?, ¿miente el Gobierno cuando afirma que murieron 48 personas? Observar y leer para no creer.
Y lo que no anoté: desaparecidos, narcotráfico, ataques a instituciones señeras y al Poder Judicial, desdén y maltrato a numerosos colectivos feministas, etcétera… (El País).
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