Pablo Hiriart
A partir del domingo, con los comicios en el Estado de México y hasta las elecciones presidenciales —justo dentro de un año—, tendremos que respondernos una pregunta muy clara: queremos democracia o dictadura.
No hay matices ni espacio para tonalidades intermedias, porque en esos términos lo ha planteado el Presidente de la República.
Lo que está en proceso de destrucción nos pone en el umbral de la dictadura. De consolidarse, no habrá manera de salir del hoyo.
El ataque a la Corte tiene por objeto destruirla.
La elección de ministros por votación popular es poner al Poder Judicial bajo el alero del Presidente.
Como en las dictaduras consolidadas, el Gobierno hurga en las vidas privadas de los ministros aquellos pecadillos personales que casi todo mundo tiene, para extorsionarlos.
Tal vez dobleguen a uno o dos, y con eso pueden desaparecer a las instituciones que se han propuesto destruir.
Sin Suprema Corte autónoma se acaba la división de poderes. Imperfecta, como es, da ciertas garantías de acceso a la justicia ante los atropellos del Gobierno.
El Presidente tendrá a los tres poderes de la República bajo su control.
Usted puede elegir esa opción: sólo tiene que votar por Morena.
Está en proceso de destrucción el Instituto Nacional Electoral. Con mayoría en el Congreso el próximo año, lo van a desaparecer. Así lo anunciaron.
No han podido desaparecer el Instituto Nacional de Acceso a la Información, pero lo dejaron inoperante, sin el consejero que falta para que pueda sesionar.
De esa manera no podremos saber a quiénes favorece el Gobierno con contratos millonarios por asignación directa.
Los negocios oscuros, en la oscuridad se quedan.
Apagaron la luz del manejo del dinero y debemos conformarnos con que “nosotros somos honestos, no como los de antes”.
Votar por Morena es entregarle al Gobierno el control de las elecciones y renunciar a saber en qué gasta el dinero de los contribuyentes.
El Ejército, una de las instituciones más apreciadas por la ciudadanía desde hace décadas, está siendo expuesto a la corrupción selectiva de sus altos mandos, con negocios inauditos para un instituto castrense.
De continuar la dinámica del Ejército en los negocios, no habrá manera de regresarlo a sus cuarteles.
A un sector de la alta jerarquía de las Fuerzas Armadas se le ha puesto donde hay dinero, y a otro se le manda a enfrentarse al narco en la sierra con la orden de no disparar primero.
Se resquebraja la unidad del instituto armado y erosionan su naturaleza con el pretexto de la seguridad.
Tenemos al sexenio con mayor mortalidad por homicidios dolosos en la historia. El Ejército no debe perpetuarse en esa función, y menos si le prohíben disparar primero.
El secretario de la Defensa informó el martes que en la segunda quincena del mes (del 16 al 29) se incautaron 0.7 kilos de heroína y 0.5 kilos de goma de opio.
Según la Oficina de la ONU para las Drogas, México es uno de los tres principales productores mundiales de opio, junto con Afganistán y Myanmar: entre los tres concentran 96 por ciento de la producción total del planeta.
Es decir, el Ejército incautó 700 gramos de heroína y medio kilo de goma de opio en toda una quincena, en uno de los tres principales países productores de esas sustancias.
(Por cierto, este jueves se informó que las remesas desde Estados Unidos tocaron un nuevo máximo histórico: 60 mil millones de dólares, anualizados).
El Gobierno está destrozando al Ejército al transformarlo en brazo de Morena: el general que está al frente de la Guardia Nacional culpó a la presidenta de la Corte de favorecer a los delincuentes.
Votar por Morena es un respaldo a la destrucción del Ejército.
El Presidente trabaja para acabar con el periodismo que no controla y con la libertad de expresión.
Vivimos el sexenio con más asesinatos y agresiones a periodistas que se recuerde.
A Ciro Gómez Leyva lo quisieron matar en la Ciudad de México y todavía no sabemos nada al respecto.
Sabemos, sí, que los morenistas del plantón frente a la Corte pusieron una manta con la cara del periodista al que acusan de enemigo del pueblo.
Y que el Presidente, desde Palacio y en cadena nacional, les dice a los del plantón que “no están solos”. Y ataca a Gómez Leyva, Loret y López-Dóriga todos los días.
Los psicópatas carecen del sentido de culpa. Cero remordimientos por incitar al crimen o a la agresión.
El jueves llamó “canallas” a los periodistas de El Universal, diario donde han tenido (y tienen) espacios líderes de Morena, el PRD, el PRI, el PAN y los trotskistas.
Extorsiona a los concesionarios de medios electrónicos para que despidan a conductores que critican algunas de sus acciones.
Un voto por Morena es un voto contra la libertad de expresión.
Destruyó la reforma educativa, les devolvió el poder a los sindicatos para tener promotores electorales y no educadores de niños para defenderse en la vida.
El Presidente viola la ley al continuar con la impresión y distribución de los nuevos libros de texto, que el Poder Judicial ordenó detener.
Millones de jóvenes no tendrán libertad de elegir una profesión ni un trabajo, sino que deberán aceptar el que les den, por impreparados.
Votar por Morena es votar por perpetuación de la ignorancia y por uniformarnos con una sola manera de pensar.
Del domingo hasta las elecciones presidenciales debemos pensar y decidir: democracia o dictadura.
Si su película es la dictadura y la mediocridad, ya sabe por quién votar. (De El Financiero).
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