Con el paso de los años, Layda Sansores se ha convertido en una persona inhumana, sin sentimientos positivos y llena de odio, rencor y deseos de venganza…
Nacida en pañales de seda “gracias” al saqueo a las arcas públicas por la insaciable ambición y la inmensa corrupción de su padre, la negligente e ineficiente gobernadora Layda Elena Sansores San Román jamás ha vivido de su salario.
Siempre ha vivido de la fortuna malhabida de su “papi” el Negro Carlos Sansores Pérez. Por eso es que ella no entiende lo que es para una familia esperar 15 días para cobrar un sueldo. Con eso solventan deudas, sustentan los gastos del hogar para alimentos, agua, medicinas, ropa y otros pendientes del hogar.
La corrupta Layda Elena nunca ha tenido necesidad de esperar un cheque para poder darse una vida de lujos. Y a tal grado llegó su cinismo, que, en su calidad de senadora “opositora”, cargaba sus gastos banales, superfluos e innecesarios (perfumes, maquillaje, ropa, alimentos) al presupuesto de la Cámara de Senadores, para no “tocar” lo que le correspondía como emolumentos.
No hablemos de sus negocios. Muchos de los cuales, si no es que la totalidad, tuvieron como origen los abusos de poder de su padre, y en su caso, en su calidad de senadora, al tráfico de influencias, pues recuérdese que llegó a comprar terrenos con valor de 50 centavos el metro cuadrado.
En total, Layda Sansores ha declarado tener 34 propiedades, de las que 22 las intentó ocultar para simular que es una “luchadora social”; de las que sí declaró, dijo que 17 son compradas, una donada y cuatro heredadas. Sus ingresos anuales rondan los 10 millones de pesos, y ahora, en su calidad de gobernadora, no gasta en alimentos, ropa, combustible, viajes y demás, de suerte que todo lo que percibe se va a su buchaca. Más lo que recibe por agradecimientos, mochadas, solicitudes, desvíos, ajustes, etcétera.
En este contexto ¿qué le va a importar que 50 madres de familia, que 50 mujeres policías no cobren su sueldo por órdenes de su inepta querida amiga Marcela Muñoz?
En el ocaso de su vida física, y en el declive de su vida política, Layda Elena se ha convertido en una persona inhumana, sin sentimientos de empatía para con los demás, sin esa sororidad natural e innata en las mujeres.
Layda Elena no tiene sentimientos buenos. En su alma sólo crece el rencor y el deseo de venganza en contra de quienes se han opuesto a sus designios y a su caprichosa terquedad de mantener a su querida Marcela en un cargo donde nadie la quiere.
Qué pena en lo que te has convertido Layda Elena.
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