Mientras que se presumen logros en economía y salud, hay dos rubros que tuvieron un alarmante incremento en el sexenio de López Obrador, y que, pese a los discursos retóricos, no se podrán resolver…
De entre el recital de medias verdades, abiertas mentiras y presuntos logros de su Administración, al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, se le olvidó precisar sus supuestos avances, abundar en temas tan sensibles para la sociedad mexicana como son el combate eficaz a la corrupción, y su blandengue estrategia para atacar a la delincuencia organizada.
Hay otros temas, ciertamente, que no soportan la menor revisión crítica. El incremento de la deuda, por ejemplo, que subió a los 17 billones de pesos; sus presuntos avances en el sistema mexicano de salud pública, que no se parece al de Dinamarca y que la verdad, han resultado un auténtico fracaso, o la nula efectividad de sus políticas económicas, que presumen un peso fortalecido, mientras que la economía de los bolsillos populares sólo percibe las cifras más altas de alza inflacionaria, y un incremento de precios que no tiene fin. Incluyendo, por cierto, el de la gasolina, que jamás bajó a los diez pesos por litro, que mesiánicamente prometió.
Se insiste: hay varios, muchísimos pendientes, pero el relacionado con el combate a la corrupción nos duele a todos. No sólo por lo que ocurrió, por ejemplo, en Segalmex, en que la impunidad sigue imperando junto con el encubrimiento y la complicidad.
Se ha convertido en dogma político, de amplio repudio popular, esa milagrosa transmutación de corrupto a honesto que sufren varios políticos, con sólo afiliarse a Morena, como se ejemplifica en el caso del exgobernador panista de Chihuahua, sobre quien pesan varias órdenes de aprehensión por evidentes actos de corrupción, pese a lo cual pudo ocupar su escaño en el Senado gracias al proteccionismo morenista. Algo que, por cierto, no le sucedió al excalde Eliseo Fernández, lo que nos confirma la imperante ley de las dos pesas y las dos medidas.
Pero si hablamos de corrupción, no hay que ir tan lejos. Baste ver los excesos en que incurre la gobernadora de Campeche, Layda Elena Sansores San Román, para corroborar que el discurso de López Obrador sobre este tema no pasó del papel. Hay varias denuncias penales en su contra en la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México por los probados hechos de corrupción en que incurrió, pero no la han tocado ni con el pétalo de un citatorio.
Su desempeño gubernamental en Campeche ha sido completamente desastroso, con apabullante opacidad, con actos abiertos de corrupción, nepotismo, tráfico de influencias, desvío arbitrario de recursos públicos, abuso del poder, etcétera, sin que haya sido llamado a cuentas, o que por lo menos, alguien la ubique y la centre en su lugar.
Y si hablamos de delincuencia organizada, sólo debemos agregar que gracias a estos gobiernos cuatroteístas, las operaciones de esos mafiosos se han extendido por toda la geografía nacional, y Campeche es otro ejemplo. Sin que nadie haga nada. Sin que nadie diga nada. Porque se han normalizado las ejecuciones. Y hablar ya se está convirtiendo en peligro mortal.
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Que vieja tan terca