¿Qué obtuvieron a cambio los coordinadores parlamentarios de MOCI y del PRI, para haber dado su respaldo a la polémica y controversial ley pro aborto? ¿Ganaron algo por compartir el repudio popular que ahora enfrentan todos?
Un tema del que poco se ha discutido públicamente, luego de la casi clandestina sesión extraordinaria del Congreso para aprobar la despenalización del aborto, es la forma como el coordinador parlamentario de Morena, Antonio Jiménez Gutiérrez, logró convencer a los líderes de las bancadas opositoras para lanzarse juntos a ese reto de cucar al tigre religioso que sabían que iba a protestar en contra de ese dictamen.
En el entendido de que los favores políticos no se hacen de gratis, es claro que tanto el coordinador parlamentario de Movimiento Ciudadano, Pedro Armentía, como el líder de la bancada priísta, Miguel Ángel Pool Alpuche, tuvieron que negociar y obtener algo, antes de compartir el descrédito popular tras su respaldo a la llamada ley pro aborto.
De la bancada panista no hay mucho que esperar, pues desde la Legislatura anterior decidieron alquilar sus curules para respaldar las iniciativas que requirieran de la mayoría calificada. Y aunque ideológicamente fue esta bancada la que figuró como la más incongruente al votar a favor de una ley que su plataforma política repudia tajantemente, parece que eso no le ha importado en absoluto al panismo campechano, tan inerte hasta para exigirle cuentas a sus representantes populares.
Lo interesante es saber qué obtuvieron a cambio las bancadas de MOCI y del PRI, pues si bien el coordinador legislativo de Morena, Antonio Jiménez Gutiérrez presumió hace dos semanas en sus redes sociales, una foto en actitud cordial con Armentía y con Pool Alpuche, habrá que recordarles que en la práctica no se ha visto ni coordinación ni pluralidad en la conducción y manejo del Poder Legislativo.
Por el contrario, se han acumulado las designaciones de los integrantes de la mesa directiva del Congreso desde hace tres años y medio, y en ninguna han figurado como presidentes algunos de los diputados mocistas o del PRI. El control de las sesiones, y por consecuencia, de la agenda legislativa, sigue bajo el monopolio morenista desde que Alejandro Gómez Cazarín era el pastor.
No esperamos ni que el diputado Armentía ni que Miguel Ángel Pool hablen públicamente de los acuerdos a que han llegado con el líder de la bancada morenista, pero ya se verá en el próximo periodo ordinario de sesiones, si por lo menos la conducción deja de ser propiedad exclusiva de los diputados de Morena.
Y habrá que ver también si se modifica el nivel del debate, que hasta ahora ha sido de reyertas y fuertes discusiones, no exentas de acusaciones de índole personal, con tal de desacreditar al adversario.
Porque si todo se mantiene como hasta ahora, entonces se confirmará la veracidad de que a los líderes de las bancadas opositoras los llevaron al baile en pleno Carnaval. O, en otras palabras, que los chamaquearon…
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