Tribuna Campeche

Diario Independiente

El Tartufo del reino 

A lo largo de nuestra historia vernácula, los gobernantes siempre han tenido a su lado a su Alter Ego, a quienes se les endilga el calificativo de “poder tras el trono” y llegan al grado de controlar, manipular y manejar a su criterio al responsable de la administración.

Don Julián, el viejo sirviente de la Mansión Blanca del Sátrapa Negro, le sirve dos hielitos más a su vaso horchatero, que contiene una buena porción de ron de caña aderezado con agua de cola y jugo de limón. Diserta ante sus contertulios bajo la sombra de un laurel en uno de los más bellos parques públicos de la capital del reino.

—Que nadie se espante porque en el reino de la Culebra y la Garrapata la gobernanta se deja manipular por su sobrino el Tarado sin Cerebro. Ni en eso es auténtica, ni en eso es original, explica el veterano charlista, mientras revisa una vieja revista donde se narra la más funesta debilidad de uno de los tatiches presidenciales que, paradójicamente, siempre se creyó el más fuerte.

El pelón Salinas tuvo en Córdoba Montoya a su Rasputín  sexenal —rememora don Julián— fue el auténtico poder tras el trono, y llegó a ser tan poderoso, que muchos le atribuyen la autoría intelectual del magnicidio del mártir Colosio.

A nivel local continúa don Julián, Salomón tuvo a su “Cuxo” manipulándolo durante seis años. Tony y J. Carlos se dejaron controlar en ese docenato por “El Arquitecto”, y alias “El Purux” tuvo en Sarmiento a su titiritero permanente, sólo por citar algunos ejemplos, añadió el viejo exsirviente.

En este contexto, agrega el viejo charlista, podemos ubicar al Tarado sin Cerebro como el manipulador oficial de su tía la Senecta de Palacio, quien, a lo mejor por la vejez, a lo mejor por el cansancio, o tal vez por simple flojera, porque nunca ha trabajado, ya que todo se lo dio su padre el Sátrapa Negro, prefiere irse de viaje, de paseo o de luna de miel con su “amante legítimo”, en lugar de tomar las mejores decisiones por el bien de su pueblo.

Tiene a un aspirante a Rasputín a su lado, que sólo busca hacer negocios con el poder y quien, como auténtico Tartufo, intenta asumir el papel de hombre bueno donador de riñones y rezador en horas de la madrugada, mientras se intoxica con drogas, sólo para mantener engañada a su tía y que le suelten en su totalidad las riendas del poder y las maletas de dinero.

Lo penoso del asunto —dijo con pesar don Julián— es el nefasto final de los gobiernos con gobernantes manipulados, controlados y engañados por su alter ego. Pues se generaliza la pobreza, se afianza el rezago y aumenta el descontento del pueblo. Exactamente igual a como está ocurriendo ahora.

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