Tribuna Campeche

Diario Independiente

No se puede pedir licencia | Y chiflar y comer pinole

José Antonio Sánchez Cetina

Analistas y demás personas opinonistas han tenido a bien usar el eufemismo “crisis de gobernabilidad” para etiquetar al embrollo neoleonés que parecería una versión discada de House of Cards o Succession. Y es cierto, el ejercicio de gobernar se ha vuelto harto más complicado de lo que ya era derivado de la intención de Samuel García de lanzarse a la carrera presidencial. Si bien la administración estatal en México está diseñada para que las distintas dependencias y recursos operen y se ejerzan conforme a lo planeado, la falta de certeza en el liderato del ejecutivo estatal es preocupante por distintas razones. De ahí que haya criterios claros a modo de “rómpase en caso de ausencia” que detallan cuál es el procedimiento para remplazar a la gobernadora o gobernador.
Si bien es cierto que desde hace un montón de tiempo no se le ve con buenos ojos a los funcionarios electos de cualquier nivel y color, el federalismo harto centralista mexicano confiere un peso muy importante al Ejecutivo Federal, Estatal y local.
La gobernadora o gobernador sí tienen atribuciones y responsabilidades críticas en sus entidades, aunque usted no lo crea. Como ha sido explicado ya en tantas otras notas, el Congreso del Estado siguió las reglas y nombró a un interino. Seguir lo establecido en la ley respecto del interinato parecería tan normal que rayaría en algo tan aburrido como leer el instructivo de la televisión, pero la gris normalidad y el cumplimiento de la normatividad no están muy de moda en estos tiempos. Enojarse por dejar el cargo y no poder dejar a alguien de confianza como encargado es el símil de no estar de acuerdo con el reglamento futbolero y llevarse su balón y luego regresarlo, y luego no saber si uno está en la banca, de capitán, de árbitro o fuera del estadio.
Esta sucesión plagada de surrealismo político permite que uno saque del armario todos los refranes habidos y por haber. Dado que ahora lo que está de moda es el meme, no está de más pensar que si uno quiere lanzarse a la Presidencia, dependiendo de la entidad federativa de donde lo haga, probablemente tenga que aceptar que su partida provocará que les apedreen el rancho.
Aunque poca gente chifla y mucha menos tiene idea de qué es el pinole, habría que recordarles a muchos personajes de la escena política nacional que no se puede siempre chiflar y comer pinole, y que en tiempos donde el hambre es fea como el cambio climático, hay una probabilidad muy grande de quedarse como el perro de las dos tortas si no se piensa bien en el ajedrez complejo que es el enroque de un gobernador para buscar la presidencia.
Entiendo que los tenis naranjas son —o fueron— un símbolo entre moderno y esperanzador, pero creo que lo único innovador del meme sobre colgar los tenis es que, al menos en la calle donde yo crecí, los tenis que se colgaban eran bastante menos lujosos.
Como en todo refrán, hay lecciones para repartir hacia todos lados, y este embrollo que no conoce todavía desenlace podría ser un potente recordatorio para el poder ejecutivo de todos los niveles de que, cuando a uno le da por mandar al diablo a las instituciones, se corre el riesgo de que a alguien más se le antoje hacer lo mismo. Ni a ChatGPT se le habría ocurrido semejante cuento decembrino.

@elpepesanchez

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