Cuando la Tía Rata era una niña que jugaba en los amplios jardines de la Mansión Blanca que su corrupto padre construyó gracias al saqueo y al despojo de bienes de los nativos de esta comarca, era común mirarla en el suelo sucia, despeinada y haciendo berrinches por cualquier motivo.
Grosera, altanera y prepotente con el personal de servicio de esa enorme mansión, a la hija del Cacique no se le podía negar nada, pues se volvía una auténtica energúmena con berrinches, lloriqueos y revolcones en el suelo, lo que causaba gran preocupación en sus padres, que todo le consentían y le compraban o se lo quitaban a otros niños para dárselo a ella.
Don Julián recordaba las andanzas de la entonces Niña Rata y rememora que en muchas ocasiones atestiguó cómo su corrupto papi despojaba de una muñeca a las amiguitas, hijas de las vecinas del rumbo, que —de mala gana— accedían a ir a jugar con ella.
En una ocasión, narró don Julián, jugaba con dos niñas de escasos recursos, cuyos padres, con muchísimo esfuerzo pudieron comprarles como regalo de reyes, unas muñecas de trapo, sencillas, de trenzas y ojos azules de plástico, que abundaban en el mercado principal.
Resultó que la niña berrinchuda se encaprichó con las muñecas y quiso tener la suya idéntica a las de sus amiguitas. Se revolcó en el suelo en medio de llantos y pataleos para llamar la atención.
De inmediato, el papá Cacique ordenó a uno de sus sirvientes que corriera hasta el mercado a comprar una de esas muñequitas de trapo, sencillitas y baratitas.
Jadeando, el sirviente regresó en un santiamén con el artículo deseado por la niña caprichosa, pero ésta no quedó satisfecha, pues quería las muñecas que tenían sus amiguitas y no una, si no las dos. “Yo no quiero una igual, yo lo que quiero es que ellas no tengan nada” gritó la chiquita malcriada.
Las dos pequeñas, sencillas, humildes pero honestas, decidieron entregarle las muñecas, con tal de que la berrinchuda se calmara. Se lo entregaron en las manos y se retiraron para ya jamás regresar a jugar con ella.
Esta historia, señaló don Julián, nos ayudará a entender porqué la Tía Rata no quiere dejar sin su juguetito a su amada Pelos de Sosquil. Porqué no la quiere quitar como jefa de los gendarmes y porqué, para que su amada huera esté feliz, le entregó una “nueva policía”, con elementos chafas, sin preparación, capacitación ni experiencia. Todo con tal de no dejarla sin su juguetito, así como a ella le consentían todos sus caprichos cuando era una niña malcriada, berrinchuda y caprichosa.
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