No hay líder político más cuestionado y repudiado en estos momentos por sus propios militantes, que el campechano Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, que enfermo de poder se ha negado a asumir su responsabilidad en la debacle electoral que ha sufrido su partido.
El PRI, que fue el partido absoluto en el país, ya fue enviado, gracias a las torpezas, abusos, equivocaciones y confrontaciones de Alito Moreno, a la cuarta o sexta posición en el tablero nacional, y con una representación parlamentaria mínima que le resta capacidad de negociación y de influencia a la hora de la toma de decisiones.
Cegado por sus ambiciones y ensoberbecido por el aplauso convenenciero de sus incondicionales, Moreno Cárdenas se aferra a mantenerse como al administrador de las sobras del PRI para usufructuar las migajas que les arrojan los otros partidos políticos, con la creencia ególatra de que aún son una fuerza política de respeto.
Hay coincidencia entre casi todos los analistas en el sentido de que Alito es el peor presidente en la historia del PRI, con la pérdida de prácticamente todas las gubernaturas (10) que tenía cuando recibió el cargo en agosto de 2019, pues ya sólo le quedan Coahuila y Durango. Y no hablemos de las legislaturas estatales, en que anda rondando el cero.
Sólo en 2021, el PRI de Moreno Cárdenas perdió ocho gubernaturas: Sinaloa, Tlaxcala, Sonora, Colima, Zacatecas, Guerrero, San Luis Potosí y Campeche, la joya de su orgullo, porque además, lanzó a la debacle a su sobrino, a quien ahora arropa obsequiándole una inmerecida diputación federal plurinominal.
De acuerdo con cifras oficiales, el peor presidente del PRI antes de Alito había sido Roberto Madrazo Pintado, exgobernador de Tabasco. En las elecciones de 2003 sólo obtuvo el 24 por ciento de los votos y, como candidato presidencial, se fue al tercer lugar en 2006, aunque tenía 17 Estados gobernados.
La estatura política de Moreno Cárdenas podemos dimensionarla si la comparamos, por ejemplo, con Manlio Fabio Beltrones, quien fue elegido para presidir el PRI para el periodo 2015-2019. Sin embargo, apenas duró 10 meses en el cargo debido a que lo abandonó tras perder siete de las 12 gubernaturas que estuvieron en juego durante el proceso de 2016.
El sonorense convocó a una profunda reflexión interna a fin de reordenar el rumbo y recuperar espacios, pero Alito se aferra al cargo, y recurre a sus porristas institucionales para aspirar a la reelección, algo que, en el fondo, ni su sobrino Christian Castro respalda.
El próximo mes el PRI deberá renovar su dirigencia, pero sabedor del gran repudio que genera entre la militancia y que si va en una abierta contienda no ganaría ni apelando a la ayuda presidencial, Moreno Cárdenas pretende adecuar los estatutos conforme a sus intereses, a fin de que pueda prolongar su mandato.
Por ello se ha integrado el Frente Amplio de Renovación Interna del PRI que, de entrada, exige la renuncia de Alito Moreno de la presidencia del partido, y que la Asamblea Nacional convocada para este domingo 7 de julio se posponga
Entre los que le llevan la contra a Moreno Cárdenas están exgobernadores, como Natividad González, de Nuevo León; José Reyes Baeza, de Chihuahua, Héctor Astudillo, de Guerrero, y la yucateca Dulce María Sauri, exlideresa nacional, quien al mismo tiempo funge como vocera del grupo.
En un pronunciamiento señalan: “Pedimos con firmeza lo siguiente: posposición de la 24 Asamblea Nacional, recientemente convocada, para que se realice luego de que en agosto concluya el improrrogable mandato de la actual dirigencia.
“Que se proceda a la indispensable separación de la actual dirigencia, dada la dimensión de la grave crisis que vive el partido y por las cruciales transformaciones que éste requiere para seguir siendo una opción políticamente viable”, indican un su escrito.
El grupo pidió la designación democrática de una dirigencia interna, compuesta por un grupo de “cuadros de prestigio y reconocimiento”, a fin de que conduzca de manera colegiada e incluyente los trabajos de la próxima asamblea y las reflexiones y cambios de fondo que requiere el partido.
“El PRI, un partido casi centenario, ahora seriamente debilitado, debe repensarse, recomponerse o refundarse, para poder resurgir y hacer realidad, ante los nuevos escenarios que experimenta la vida nacional, los verdaderos principios de democracia y justicia social, que le dieron origen”, señalan los integrantes de la disidencia tricolor.
Es la lucha de la soberbia de Alito, contra la permanencia de un PRI congruente, coherente y vivo. Que nadie dude que Alito se saldrá con la suya, aunque en su ambición de perpetuarse en el cargo, el exgobernante campechano se convertirá, sin duda, en el sepulturero de eso poco que queda del otrora poderoso partido que permaneció más de 80 años con el control absoluto del país.
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