Sergio Aguayo Quezada
Los relatos se hacen creíbles cuando se construyen con cifras forjadas con el método científico. Este enunciado se confirma con el nuevo encontronazo entre la DEA y el Presidente por unas cifras difundidas por la primera.
Ese choque se liga con un absurdo. Pese al protagonismo de las organizaciones criminales, carecemos de algo tan elemental como un diagnóstico confiable sobre la evolución de su poderío. Es posible que los Gobiernos de México y Estados Unidos hayan optado por no hacerla para no alarmar a la ciudadanía.
El vacío explica el impacto mediático de las afirmaciones hechas el 27 de julio por la titular de la DEA, Anne Milgram, en el Congreso de su país. Aseguró que los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación tienen 44 mil 800 “miembros, asociados, facilitadores e intermediarios financieros (brokers)” distribuidos en los 50 estados de la Unión y en más de 100 países.
La cruzada de Milgram se asienta en un relato creíble por lógico. Según Milgram, la DEA redefinió su misión para centrarse en el fentanilo y en los dos cárteles mexicanos a quienes responsabiliza de la muerte de 110 mil estadunidenses en 2022. Para establecer su poderío recuperaron la estrategia con la cual descabezaron y fragmentaron a las cinco familias neoyorquinas en los años ochenta: crear grupos especializados en la producción de inteligencia sobre los dos carteles para, con esa información, movilizar a su ciudadanía y a las otras dependencias del Ejecutivo.
Al Presidente mexicano le molestó la cifra de los 44 mil y la cuestionó desde su trinchera habitual preguntando “¿qué pruebas tienen?”. Su irritación es lógica porque contradice el triunfalismo de su discurso. Sin embargo, también lanzó dos frases desconcertantes: “nosotros no tenemos esa información” y “ojalá y nos dieran más detalles”. Desconcierta porque eso quiere decir que lleva cinco años en el cargo sin pedir un diagnóstico sobre la presencia global de dichos cárteles a las embajadas, consulados y agregadurías militares mexicanas.
Carecemos de un cálculo sobre los recursos humanos de los grupos criminales en México. Omisión absurda porque los Guacamaya Leaksconfirman que este Gobierno tiene un Centro Nacional (Cenfi) y cinco Centros Regionales (Cerfis) para la Fusión de Inteligencia (manejados por el CNI, la Sedena y la Marina) que regularmente hacen diagnósticos precisos sobre la presencia criminal en espacios geográficos delimitados. ¿Por qué, entonces, el Presidente no les ordena un diagnóstico agregado sobre su poderío en todo el país? ¿Por qué los comités del legislativo no han tomado la iniciativa en esa dirección?
El vacío de información lo están llenando académicos, periodistas y consultores. Eduardo Guerrero, director de Lantia Intelligence, escribió dos columnas al respecto en El Financiero. En el texto del 7 de agosto sostiene, con base en fuentes públicas, que el núcleo central de los cárteles es de 23 mil 600 personas con las cuales el de Sinaloa tiene presencia en al menos 104 Municipios y el de Jalisco en 354.
También dice que los cárteles asignan entre 15 y 25 integrantes por cada 100 mil habitantes. Es un cálculo conservador porque Guerrero reconoce haber dejado fuera a los narcomenudistas, cobradores de cuota y halcones.
Añado un cálculo tomado de la historia de las mafias estadunidenses. Durante su época dorada, la “Comisión” que las regulaba tenía registrados en sus libros a cinco mil “soldados” distribuidos de manera desigual entre las diferentes familias. Cada uno de esos “soldados” tenía un séquito de diez “wannabes” (“quienes aspiraban a ser soldados”).
Con ese criterio, el personal de los dos cárteles dentro de México rondaría los 236 mil efectivos. Esta comparación —pendiente de verificación— se basa en que las mafias de Estados Unidos han sido modelo para algunos cárteles.
Falta por establecer la magnitud de los miembros de organizaciones de menor tamaño. En junio Lantia me proporcionó una cifra: además de los dos grandes cárteles, México tiene 75 mafias de tamaño medio y 507 bandas pequeñas. Finalmente, nos falta saber más sobre la magnitud y características de las bases sociales del crimen organizado.
Son cálculos tentativos pero necesarios. Establecer la magnitud del riesgo nos permitirá valorar las estrategias de los candidatos a la Presidencia. Las cifras pesan.
@sergioaguayo
Colaboró Jorge Araujo.
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Que vieja tan terca