Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores | Qué dejará AMLO a su sucesora

Catón

José León Saldívar tuvo la inmensa fortuna de ser poeta. José León Saldívar tuvo la inmensa desgracia de ser poeta. Quienes caen en poesía conocen al mismo tiempo su gloria y sus abismos. Antes de saber que era poeta Saldívar fue minero, boxeador profesional, obrero en una fábrica, maestro rural sin título y viajante de comercio. Originario de Parrilla, un pequeño pueblo de Durango, escogió Saltillo, mi ciudad, para vivir. No vivió mucho tiempo: la muerte, hermana de la vida, lo escogió tempranamente para sacarlo de este mundo de pesares. Su hermano era compañero mío en el Ateneo Fuente, y pidió voluntarios que donaran sangre al enfermo. Todo el alumnado, más de mil muchachas y muchachos, se trasladó en masa al hospital. Jamás se había visto ni se ha vuelto a ver ahí tal cantidad de donadores. Murió Saldívar en 1954, a los 40 años de edad, pero dejó una bella obra llena de imágenes originales y brillantes. “Estrellas: salivas luminosas que mojaron los labios de Dios cuando dijo la metáfora del universo”. Fue el primer poeta que en Saltillo rompió los grilletes de la métrica y la rima, lo cual puso escándalo en quienes medían en centímetros sus versos y rimaban “alma” con “calma” y “pasión” con “corazón”. Yo, que tanto me afano y me desvelo por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso darme el cielo —el terceto es de Cervantes—; yo, que gracias a Dios no soy poeta, sigo esclavizado por la rima, y digo entonces que López Obrador dejará a su sucesora —Xóchitl o Sheinbaum— un país desordenado, desfalcado, desorganizado, militarizado, criminalizado, polarizado, desgobernado, aislado, y atrasado. Si me faltó algún —ado, muchos de seguro me han de haber faltado— póngalo el lector avisado, avispado y aguzado… El perro, ya se sabe, es el mejor amigo del hombre. Nomás le falta hablar. (Quizá por eso es el mejor amigo del hombre). Un conocido mío tuvo una novia de habla inglesa. La chica padecía un trastorno del lenguaje, y en el culmen del acto del amor en vez de exclamar: “Oh my God!” gritaba: “Oh my dog!”. Generoso y noble animal es el perro. Piensa acerca del hombre: “Me da un techo. Me cuida. Me alimenta. Debe ser Dios”. El gato, en cambio, piensa: “Me da un techo. Me cuida. Me alimenta. Debo ser Dios”. Alguna vez tuve un gato. Me hacía sentir que él me tenía a mí. Era ingrato como un mal amigo al que le has hecho un favor. Supongo que no todos los gatos son así, pero ese así era. Antonio Plaza escribió unos versos pesimistas: “El amor no se derrama. / La gratitud no aparece. / Sólo una madre nos ama / y sólo un perro agradece”. A lo que voy es a relatar la historia del señor que entrenó a su perro para que le comprara cada día el periódico. Le ponía una canastilla en la cual iba el dinero que costaba el diario. El hombre del puesto colocaba ahí el periódico, y el caniche volvía y lo entregaba a su amo. En cierta ocasión el señor le puso un billete de mayor denominación que de costumbre, y ese día el perro tardó en regresar. Volvió una hora después con aspecto de cansado. “¿Qué te pasó?” —le preguntó, molesto, su amo. Respondió el can: “Nunca me habías puesto dinero de más en la canasta. Encontré una perrita en una esquina y…”. (Se entiende)… “Siga avanzando” —le ordenó el instructor militar a Babalucas. Preguntó el tonto roque: “¿Quién es Vanzando?”… El nuevo dueño de la empresa era extranjero, y no conocía los modismos de nuestro idioma. Le dijo al gerente: “Yo felicitar a usted por hacer a su esposa tan feliz”. El hombre se desconcertó. “¿Por qué piensa eso?”. Explicó el empresario: “Todo mundo decirme que señora de usted ser de la vida alegre”. FIN.

Manganitas

AFA

“…Estrena AMLO otro tramo del Tren Maya…”.

Este señor mañanero
hace del dichoso tren
—y de otras obras también—
la inauguración con gotero.

“…Triunfa el Cirque du Soleil…”.

Todos dicen que es mejor,
y de mayor calidad
que el circo de vecindad
del presidente Obrador.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Llueve. Llueve. Llueve.
—Caen centavitos del cielo —dice don Abundio al pensar en la cosecha próxima, fruto de esa tierra bendecida por el agua de Dios.
En el techo de la casona del Potrero la lluvia danza con su propia música. Yo la oigo y me parece oír un Gloria como el de Vivaldi. Por la noche ese himno se vuelve murmullo, y entonces escucho el canto de la vida.
Ven conmigo a mirar el paisaje desde el ventanal. Los pinos de la montaña, antes de color gris, se han pintado de verde. Por la acequia, ayer triste de secano, va la corriente diciendo su alegría. El monte se cubrirá de yerba y de flores del campo, que a mis ojos son más flores que las del jardín. Son esas flores las que se visten con más preciosas galas que las que lució el rey Salomón.
Dejo en un rincón mis dudas, mis heterodoxias, mis módicas herejías, y doy gracias por lo gracia de Dios.

¡Hasta mañana!…

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