Catón
Aquella noche Susiflor tenía un date. Con ese nombre designan los americanos a una cita con alguien del sexo opuesto. (Pepito le dijo a su pequeña amiga Rosilita: “Sácame de esta duda: ¿quién es el sexo opuesto? ¿Tú o yo?”. Por su parte Woody Allen postuló: “Ser bisexual duplica automáticamente tus posibilidades de conseguir un date los fines de semana”. Derivación interesante del date convencional es el heavy date, en el cual ambos participantes saben de antemano que habrá sexo). Susiflor, como dije, iba a tener aquella noche un date. Estaba al cuidado de su padre, señor de muchos años y limitaciones, y le pidió a una amiga que se quedara con él mientras ella iba a su cita. Cuando regresó le dijo la amiga, divertida: “¡Qué coqueto es tu papi! ¡Y a sus años! Cada vez que pasaba yo frente a él me decía: ‘¡Ole! ¡Ole!’”. “No —aclaró Susiflor—. Te estaba pidiendo su atole”. Debo haber hecho algo bueno; algo muy bueno. ¿Cómo explicar entonces que haya recibido una invitación para ir a Querétaro? Ciudad hermosa esa; uno de los más cordiales corazones de México. Antigua población, es al mismo tiempo moderna urbe. Tiene templos y conventos entre los más bellos de América, y plantas industriales entre las de tecnología más avanzada en el mundo. Su clima es bonancible; su gente agradable y laboriosa. ¿Qué fui a hacer en Querétaro? Se suponía que iba a hablar, y me sucedió que acabé oyendo. Se celebraba el Día Internacional Contra la Corrupción, y yo, que viajo por todos los Estados del país, puedo decir que en ninguno he visto que se haga tanto como en Querétaro, y con tan buenos resultados, para prevenir esa lacra que tan graves daños causa. Encontré en el gobernador de la entidad, Mauricio Kuri González, a un político de nuevo cuño, empresario de éxito a quien sus conciudadanos llamaron a servir en la función pública. Primero fue alcalde de Corregidora, donde hizo un brillante papel. Senador de la República después, fungió como coordinador del Grupo Parlamentario de Acción Nacional en el Senado. Finalmente, en 2021, fue electo gobernador de Querétaro por una impresionante mayoría de votos. Es un hombre culto, profundo conocedor de la historia de México y con una gran vocación de servicio. Su lucha contra la corrupción puede servir de ejemplo nacional. Con él colaboran en esa tarea el doctor Oscar García, de la Contraloría del Estado, y el licenciado Jorge Sánchez Martínez, secretario ejecutivo del Sistema Estatal Anticorrupción, quien ha puesto en práctica programas en los cuales participan desde niños de las escuelas hasta maestros universitarios, todos en torno del combate a ese pernicioso mal. Después de disfrutar la generosa hospitalidad de los queretanos, y de conocer inéditas maravillas de arte, naturaleza y gastronómicas con la amable y sapiente guía del Lic. Sánchez Martínez; luego de subir y bajar la Cuesta China y pasar —una vez más, gracias a Dios— por su emblemático acueducto, regresé de Querétaro a mi ciudad, Saltillo, con nueva esperanza y renovada fe en el futuro de nuestro país. Como dije sinceramente al término de mi peroración: si todo México fuera como es ahora Querétaro, sería un México mejor… La enfermera le indicó al médico: “Doctor: trae usted en la oreja un termómetro rectal”. “Caramba —se preocupó el facultativo—. ¿Entonces dónde dejé mi pluma?”… En la mesa del Bar Ahúnda declaró con orgullo don Astasio: “Podrá haber mujeres más guapas que la mía, y que se vistan mejor, o que sean más inteligentes o más cultas, pero ninguna tan buena en la cama como mi señora”. Manifestó muy serio don Pitoto, compadre de don Astasio: “Es cierto”. FIN.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
—Una vez me vi al borde de la muerte.
La súbita declaración de don Abundio hace que callen las conversaciones en la sobremesa de la cocina de Ábrego. Tan repentina y dramática es la frase que parece que se ha detenido hasta el borbollar del agua que hierve en el caldero del fogón.
—Estuve muy malo. Me llevaron a Saltillo, al hospital. Ahí me operaron del estómago. Después de unos días el médico le dijo a mi mujer: “No se angustie más, señora. Su esposo se va a salvar”. Ella se preocupó. Le preguntó a nuestra hija: “¿Y ahora qué hago? Como pensé que tu papá se iba a morir vendí toda su ropa y sus zapatos”.
Reímos todos. Doña Rosa se enoja. Dice mohína:
—Viejo hablador.
Él hace el signo de la cruz con los dedos índice y pulgar, se lo lleva a los labios y jura:
—Por ésta.
¡Hasta mañana!…
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