La impotencia, el coraje, la rabia y la furia por haber sido pillada y evidenciada en su ineptitud, negligencia, irresponsabilidad e incompetencia, le impidieron a la gobernadora Layda Elena Sansores San Román responder a las preguntas de los medios de información, tras su reaparición pública en Campeche el pasado martes, una vez que la furia del huracán Milton había pasado.
Con voz temblorosa por la rabia, la senecta mandataria se refugió en el gastado argumento de que “todo lo que diga será usado en mi contra”, sin precisar qué ente utilizaría sus palabras como bumerán para restregarle en la cara sus frecuentes y reiterativas mentiras: si los medios de información que no están en su nómina, o los ciudadanos, que ahora tienen a la mano la libertad de comentar y opinar de todo lo que dice hacer su gobernadora.
Sin duda alguna, el juicio popular actual le es abrumadoramente adverso. Los campechanos hemos sabido informarnos por los canales adecuados —no por las páginas digitales matraqueras al servicio de la mandataria—, y por eso es que desde el primer momento en que se dio a conocer la peligrosidad del huracán Milton, nos pudimos percatar que tendríamos que enfrentar sus consecuencias sin la presencia de la corrupta e irresponsable mandataria.
Mientras en Yucatán, Joaquín Díaz Mena, “El Huacho”, y en Quintana Roo, Mara Lezama Espinosa, coordinaban personalmente desde el sábado las estrategias para hacer frente al meteoro y presidían las sesiones de sus consejos estatales de Protección Civil, en Campeche ese organismo tomó su fin de semana vacacional, y fue hasta el lunes cuando intentaron ordenar las primeras acciones.
¿Y la gobernadora? Ausente, de viaje, paseando, dándose la gran vida de lujos y excentricidades, como todos los fines de semana, que se va en jet privado —pagado del erario campechano— a la capital del país para visitar a sus familiares y atender sus jugosos negocios.
La falta de prevención e información sobre lo que acontecía en Campeche por parte del nefasto Gobierno de Todos los Sansores, causó estragos y una muerte que se pudo evitar. Y ya que pasaron los efectos de Milton, regresó la gobernadora Sansores a regalar despensitas, repartir miserables apoyos y cancelar su aborrecible programa del “Martes del Jaguar”.
La innecesaria demora para evacuar a los habitantes de Isla Arena dejó damnificadas a más de 500 personas y un muerto. Por eso la gobernadora se negó a conceder entrevistas a los medios independientes que le preguntaban sobre los daños del huracán, y qué acciones de apoyo emprendería su Gobierno para los damnificados, fuera de las despensitas de a 50 pesos que repartió a pescadores y a algunas otras personas afectadas, y que cobrará muy bien en la Secretaría de Administración y Finanzas de su Gobierno.
No tenía nada qué informar la negligente Sansores San Román, y por ello es que guardó ese grosero silencio que, paradójicamente, reveló su absoluta ineptitud e incapacidad para gobernar Campeche. Por eso prefirió quedarse callada, pues sabía que cualquier cosa que dijera, los campechanos se lo iban a restregar en la cara.
Con la misma cara de cínica con la que conduce su jaguar, pero disfrazada de rescatista, visitó Isla Arena con la comandanta Marcela Muñoz —con quien disfrutó en la Ciudad de México mientras el huracán Milton azotaba a Calkiní en particular y a Campeche en lo general— ya que había ocurrido el trágico desastre. Insistió en que sí mando ayuda oportunamente, pero los pobladores la desmintieron, y le reclamaron el abandono de su gobierno.
Si la gobernadora hubiera estado en Campeche dedicando su tiempo, su concentración, su escasa creatividad y la poquísima energía que le queda, a gobernar este Estado que se encuentra sumergido cada vez más en el rezago, otra hubiera sido la reacción de su gabinete. Pero prefirió irse a pasear a la capital del país con la nefasta guanajuatense y los resultados de su desidia están a la vista.
Layda Sansores debe entender que ya no está en Palacio Nacional el hombre mentiroso que encubría su negligencia, ineptitud y corrupción. Que ahora hay otros personajes con el control de la República, que miden el desempeño de sus gobernadores, y con base en los resultados toman decisiones para corregir las cosas.
Ya se ha visto que la senecta Sansores San Román no se encuentra en el ánimo del nuevo equipo gobernante. Cada vez la evidencian más, y acumulan argumentos para justificar, en un momento dado, la petición de que se haga a un lado, porque su demencia senil y su evidente ineptitud, ya no le permiten gobernar a un Estado que necesita a una persona concentrada absolutamente en su labor.
Se debe recalcar que junto con la inepta gobernadora, también se ausentó de Campeche, en medio de la crisis por la cercanía de un huracán de categoría 5, la corrupta y negligente secretaria de Protección y Seguridad Ciudadana, Marcela Muñoz Martínez, pese a las estratégicas funciones que inexplicablemente le han conferido para la seguridad pública de la entidad.
Otra prueba de que ninguna de ellas debe estar en el cargo que ocupa. Que ese nefasto comadrazgo que ostentan, sólo está causando estragos a Campeche y a los campechanos. Ojalá también de eso tomen en cuenta en Presidencia, para que instruyan los correctivos a la mayor brevedad posible.
El malestar de los campechanos crece al observar el desgobierno de Sansores, cuya irresponsabilidad, deshonestidad y valemadrismo tuvo desastrosas consecuencias en Isla Arena. Sus pinches despensas no resarcirán las pérdidas de los pobladores, que exigen indemnizaciones por los daños que ocasionó la desidia gubernamental. ¿Qué hará? Su sordera en cualquier momento puede ocasionar un estallido social. Que se tenga presente.
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