Francisco Rodríguez
A mi entrañable Sú,
in memoriam
Fue en 2004 cuando Petróleos Mexicanos alcanzó por última vez su máxima productividad, merced a la égida de Raúl Muñoz Leos, a quien los head hunters le pidieron que se jubilara —tras una exitosa carrera de décadas que lo condujo hasta la dirección general— de Du Pont México para ir a encabezar a la entonces paraestatal.
El trabajo fue intenso, luego de que varios años antes otro de quienes fueron directores de Pemex, Adrián Lajous Vargas (de 1994 a 1999), en uno de sus frecuentes arranques no sólo partiera a la dependencia en cachitos —lo que duplicaba y hasta triplicaba funciones y empleados—, sino además despidiera a toooodos los ingenieros que laboraban en ella, sólo porque en alguna mesa escuchó que alguien se mofara de él porque su título académico no era de esa profesión.
¡Y entonces, todo en Pemex se fue al carajo!
Porque no hay felicidad completa para nuestro desdichado país. A Muñoz Leos se le atravesó en el camino Francisco Gil Díaz, vicepresidente de Vicente Fox en el ramo hacendario. Quería el cargo para sus familiares y negocios para sus descendientes.
Gil presionaba y presionaba exigiendo que la petrolera contribuyera todavía más al erario público, cuando la SHCP ya se llevaba prácticamente todas las ganancias. Con falacias, inició también una guerra mediática en contra de la familia del entonces director general… y consiguió su objetivo.
Tras de que colocara en el máximo puesto a su hombre de paja, Luis Ramírez Corzo, y luego del triste paso de Jesús Reyes Heroles González Garza —nunca segundas partes fueron buenas—, finalmente en diciembre de 2009 llegó a la Dirección General de Pemex el sobrino más querido de Gil Díaz: Juan José Suárez Coppel.
También llovieron los contratos para el hijo y sobrino del extitular de la SHCP, Gonzalo Gil White —prófugo de la justicia por un fraude financiero en la empresa Oro Negro— y José Antonio Cañedo White.
“De haber continuado las acciones y los logros que obtuvimos en Pemex en 2004 —dijo Muñoz Leos en un reciente homenaje por su destacada trayectoria que le rindieron sus pares del Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos— y que quedaron en la empresa…
“…si hoy pudieran retomarse…
“…en sólo dos rubros hoy tendríamos de producción de crudo 3.4 millones de barriles diarios…
…y se operarían las refinerías al 90% de su capacidad.
“Se obtendrían alrededor de 50 mil millones de dólares anuales de ingresos.
“Esta es la cantidad que nos deben a los accionistas de Pemex, esto es, a los ciudadanos de México”.
Esa, lamentablemente, es una deuda que la llamada cuarta transformación está lejos, muy lejos de pagarnos, porque hoy Pemex está tan endeudada y es tan ineficaz que somos los contribuyentes quienes tenemos que mantener —no se ría— a la “empresa productiva del Estado”.
Y, por si fuera poco, además, está de por medio la creciente corrupción que la falaz Administración de Andrés Manuel López Obrador ha prohijado y cobijado.
Muerte, corrosión y más corrupción. Distraída la mayoría con una sucesión presidencial muy, pero muy adelantada, las ratas, los ratones y rateros actúan a sus anchas.
En Pemex, para no variar. Al fin y al cabo, sacar (sic) petróleo no requiere mayor ciencia, como dijo palabras más, palabras menos, en alguna ocasión el ignaro y simplón AMLO. Es hacer un hoyo, ¡y ya!
Y en con ese simplismo también minimiza y pretende engañar.
Por ejemplo, con la reciente explosión en la plataforma Nohoch-Alfa del complejo Cantarell en la Sonda de Campeche.
“Fue en la madrugada —dijo en su matiné. Se registran algunos desaparecidos, tres o cuatro. Pemex va a informar más tarde, ya se está atendiendo. Bueno ahí se está viendo ya, ya está. Evacuaron a todo el personal, sí”.
E informó que el criminal incidente había producido “un total de cinco trabajadores heridos.”
Mintió López Obrador.
De acuerdo con un extenso informe interno de la petrolera mexicana —tengo el documento en mi poder— la cifra de decesos oscilaría entre 20 y 30 trabajadores hasta el momento, 90 con quemaduras de diversos grados y 300 lesionados menores.
Y aunque primero se dijo que la conflagración se produjo por “errores humanos”, la verdad es que fue por la ya proverbial falta de mantenimiento —como en el IMSS, como en el Metro de CdMx, como en todo durante este malhadado sexenio— y, por supuesto, por la corrupción.
Según me explican expertos, la causa física del fuego fue la corrosión. Reitero, también por la corrupción que impera entre organismos —los cachitos de Pemex que heredó Lajous— de la propia empresa.
Se entiende que una plataforma marítima sufra corrosión por su permanente contacto con el agua salada. Es tan intensa que, incluso, desgasta y hasta perfora todos los materiales metálicos —estructura, tuberías, tanques, equipos y cables— de los que está compuesta una de esas plataformas.
Antes de la llamada cuarta trasformación, Pemex adquiría mediante concurso público los anticorrosivos o inhibidores que se requerían.
Pero ahora…
Breve lista de $o$pecho$os. Ahora la creciente corrupción de la cuarta transformación prácticamente eliminó las licitaciones y ahora, aprovechando otra vez la partida de madre que Lajous le dio a Pemex, los anticorrosivos se adquieren mediante un sistema bautizado como “interorganismos” de la propia “empresa productiva del Estado” (sic) y algunas de sus filiales, como el Instituto Mexicano del Petróleo.
Este IMP, que hoy tiene a la cabeza a Marco Antonio Osorio Bonilla, encargó a Félix Domínguez Domínguez, uno de sus coordinadores, quien se brinca toda la normatividad, incluso el invento ese de los “interorganismos” —toda vez que las filiales de la petrolera no producen químicos como el ya mencionado anticorrosivo— y de$igna a di$creción a los proveedores privados de las sustancias inhibidoras de la corrosión sin que éstas llenaran los mínimos requisitos de calidad requerida… pero sí de la corrupción demandada por los funcionarios del IMP.
El mortal incendio de la plataforma, empero, ha servido para revelar que hay otros funcionarios de Pemex metidos en este ajo de los mentados “interorganismos”, cuando en realidad dan contratos a terceros que proveen sin control de calidad alguno:
Este es el caso de Juan Carlos Estrada Martínez, gerente de Mediciones y Balances, y Administrador del Contrato de Operación de la Terminal Marítima Dos Bocas.
Estrada se coludió con los gerentes de coordinación de operaciones de las Regionales Marítimas del Noreste y Suroeste, utilizando el pretexto de “interorganismos” para crear una red triangular de las divisiones de Exploración y Producción de Pemex, que a su vez requerían químicos para Pemex específicamente para los sectores de Transformación Industrial.
Y como no produce estas sustancias, los solicita al Instituto Mexicano del Petróleo. La agencia tampoco fabrica el producto y termina consiguiéndolo gratis de empresas como Champions e Integron que quién sabe por qué, pues “regalan” su producto, reciben el pago inmediato en Estados Unidos a través de Pemex Procurement International.
A este muy elaborado esquema de corrupción obedece que las plataformas —y otros equipos de extracción y de transformación—sufran corrosión: la baja calidad de los productos que las empresas arriba citadas proveen.
Esa es la causa, también, de la conflagración de Nohoch-Alfa en Cantarell de hace una semana que no sólo contaminó las aguas del océano —hay quejas muy fuertes de diversos organismos proambientales en el plano internacional—, originó la pérdida de casi tres decenas de vida y, todavía hasta hoy, Pemex ha dejado de producir 700 mil barriles diarios, el 43% del total de la producción de petróleo crudo, equivalentes a 850 mil millones de pesos día a día.
A ese ritmo, con tanta corrupción por doquier, superando en un 60% el índice de accidentes en el estándar internacional, Petróleos Mexicanos nunca saldará la cuenta pendiente —50 mil millones de dólares al año, según cálculos de Raúl Muñoz Leos— que tiene con sus accionistas… esto es, con nosotros, con todo los mexicanos.
¿No cree usted?
Indicios. Una buena y una mala de la SJCN con respecto a la inoperancia del INAI que ordenó AMLO a su sumisa bancada legislativa en el Senado: La buena: Desecharon el proyecto de la ministra Loretta Ortiz con el que ella y —obvio— Yasmín Esquivel pretendían prolongar “el mundo ideal” de López Obrador, esto es, sin transparencia hasta el fin de los tiempos. La mala: Desechado el proyecto por una mayoría de ocho votos, returnaron el asunto hasta agosto —porque al parecer ya tenían sus reservaciones listas para salir de vacaciones—, cuando decidirán si este órgano constitucional autónomo puede sesionar con sólo los cuatro miembros que ahora lo componen, ante la omisión de la Cámara Alta que no ha querido nombrar a los que le hacen falta, repito, por órdenes de usted ya sabe quién. Esos senadores dicen servir al “pueblo”, pero en realidad retroceden cada vez que desde Palacio Nacional les jalan la correa *** Por hoy es todo.
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