Leo Zuckermann Behar
El siete de septiembre, en la entrada de un restaurante del Centro Histórico, rodeado de políticos morenistas, López Obrador le entregó un “bastón de mando” a Claudia Sheinbaum. El todavía Presidente dijo que lo trasmitía a la virtual candidata presidencial de Morena “para dirigir nuestro movimiento y dar continuidad a la transformación”.
¿De verdad el fundador del partido gobernante estaba dejando en manos de su delfina las decisiones de Morena? ¿Sería ella la que lideraría el proceso de selección de cientos de candidaturas de elección popular para el 2024 incluyendo ocho gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México?
Los símbolos del poder son muy importantes para este Presidente. Por lo menos en este plano, el simbólico, parecía que sí estaba trasmitiendo el liderazgo del movimiento/partido. Pero una cosa son los símbolos y otra la realidad. Muchos tenían la duda razonable si AMLO efectivamente le estaba heredando el poder a la candidata presidencial. Muchos, de hecho, siguen teniéndola. Más, ahora, después de la decisión de Morena de nominar a Claudia Brugada como candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en lugar de Omar García Harfuch.
Y es que, cuando el exjefe de la Policía capitalina renunció a su puesto para lanzarse como posible candidato de Morena a la capital, la percepción fue que, detrás de dicha candidatura, estaba Sheinbaum. “Ya llegó Claudia”, se dijo en ese momento a los cuatro vientos. La trasmisión del mando había sido real. La candidata presidencial ya estaba operando y tomando las decisiones.
Ahora resulta que no fue así. Aunque Sheinbaum empujó mucho a Harfuch, y éste quedó muy por arriba en las encuestas que Brugada (14 puntos porcentuales de ventaja), el partido tomó la decisión de nominar a la exalcaldesa de Iztapalapa.
Justifican la determinación por la obligatoriedad de las autoridades electorales de designar a cinco mujeres de los nueves candidatos a gobernador del año que entra en una acción afirmativa de paridad de género.
Morena, sin embargo, pudo haber elegido a cinco mujeres en otros Estados y dejarle a Harfuch la candidatura en la CdMx. No lo hicieron porque no les convenía políticamente hablando.
Brugada, sin duda, hizo bien su labor política. Movilizó todos los recursos a su disposición para presionar a favor de su candidatura. Y, no nos hagamos bolas, sí le ganó a Claudia quien siempre quiso a Harfuch.
Por más spin comunicativo que quieran darle a esta decisión, Sheinbaum queda mal. En todo este proceso, ha tenido que tragarse tres sapos gigantes.
Primero, cancelar un evento nada menos que en la entidad que gobernó, la Ciudad de México, porque no había gente. Terrible, para ella, la foto del Estadio Azul vacío.
Luego sí llenaron la Arena México para compensar el ridículo del Azul. Pero cuando la candidata presidencial conminaba al público a gritar “unidad” para la capital, gran parte del público exclamó “Clara ya ganó”. Tremendos los videos que circularon en redes de una Claudia rebasad y carente de liderazgo.
Finalmente está el tercer sapo: aceptar que Clara fuera la candidata. Por más que aduzcan lo de la paridad de género, Claudia queda debilitada: no logró poner o imponer a su candidato.
Dirán que no tiene el mando. Dirán que le ganaron los duros del partido, los apoyos que tenía Clara en Palacio Nacional y hasta, para algunos, la intervención directa del Presidente. Y quizá tengan razón.
Pero esto denota algo más preocupante que la carencia del mando dentro de Morena: me refiero a la incapacidad de la candidata presidencial de operar políticamente para sacar adelante sus preferencias.
No se trata de recibir un bastón del Gran Líder y sentarse a ver cómo se alinean todos a su alrededor. Claudia pecó de ingenuidad y/o arrogancia. Creyó que sólo el gesto simbólico era necesario para hacer tronar sus chicharrones.
Así no funciona la política.
Por más que tenga el apoyo de AMLO, Sheinbaum requiere de estrategia y operación política. Si de verdad quería que Harfuch fuera el candidato, debió hacer un mapa de los actores involucrados, sus intereses, creencias, fortalezas y debilidades. Debió haber medido los riesgos que se venían y elaborar una estrategia para sacar adelante a Harfuch. Finalmente, proceder a operarla ella misma junto con gente de su mayor confianza.
El problema no es que AMLO no le haya trasmitido el mando. A lo mejor el Presidente tenía todo la intención de hacerlo, pero Claudia no supo hacer política para ganarse el poder en serio. El bastón no es sólo de quien lo recibe, sino de quien lo trabaja.
X: @leozuckermann
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