Si para la historia vernácula del reino de la Culebra y la Garrapata, el Sátrapa Negro compite con los más sangrientos piratas como Francis Drake, Lorencillo o Henry Morgan, por haber sido de los que más saquearon y castigaron a los nativos de esta comarca, los hechos permiten confirmar que las acciones de la hija del Cacique ya están siendo peores y que podría rebasarlos.
Houdini y David Copperfield quedan cortos ante la ilusionista que despacha en el Palacio Real, que en sólo dos años y medio ha desaparecido más de 60 mil millones de pesos, sin que los nativos puedan apreciar alguna obra o acción de Gobierno realizada con ese presupuesto público.
No sólo eso. Parece que la Tía Rata padece de una metamorfosis existencial que la ha convertido de ser una luchadora por la democracia, a una tirana tropical que pretende imponer sus criterios en los procesos electorales que se avecinan, para impedir el avance de los aspirantes que no pertenecen a su partido.
Quien como luchadora social cuestionó incluso con métodos violentos que los gobernantes utilizaran recursos públicos para apuntalar a los candidatos de sus partidos, hoy hace lo mismo con total descaro, derrochando millones de pesos para comprar consciencias y pretende por otro lado imponer autoridades electorales sumisas, que puedan validar la compra masiva de votos para asegurar la victoria de sus enviados.
En contraparte, utiliza a los órganos de justicia para perseguir a los que no son de su partido. Les inventa expedientes penales, los difama en público para acusarlos de delitos fantasiosos y recurre a sus propagandistas oficiales para dispersar toda una campaña de odio, una guerra sucia, propaganda negra en contra de sus adversarios.
Lejos quedaron aquellas marchas y plantones para denunciar fraudes electorales. Hoy es ella la que controla las casas de seguridad donde operan los mapaches, donde se diseña la guerra sucia, y es ella la que suelta las bolsas repletas de dinero para comprar conciencias y anexar a su causa a los líderes naturales que, a cambio de unos cuantos pesos, son capaces de traicionar hasta a su madre.
La historia del reino de la Culebra y la Garrapata en donde los gobernantes violentaban la voluntad ciudadana expresada en las urnas, sólo ha mudado de un tono tricolor a un tinte guinda. Sin principios, sin valores, guiados exclusivamente por la obsesión por el poder. Con la meta de imponer autoridades cómplices que no miren el saqueo y los abusos en que han incurrido contra el pueblo que una vez confió en ellos.
Qué triste el destino de esta región peninsular bañada por los mares tropicales del Golfo…
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