Tribuna Campeche

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CUANDO LA POLICÍA EXCEDE SUS LÍMITES: SCHMITT Y FOUCAULT DIALOGAN SOBRE EL CASO AGUAS ACOSTA

POR : VÍCTOR COLLÍ EK

En un hermoso auditorio de una de las universidades más antiguas de Francia, la Universidad de Poitiers, Carl Schmitt y Miche Foucault se encuentran sentados en sillas dispuestas en ángulo, con una pequeña mesa entre ellos y luz tenue que intensifica la personalidad de los dos grandes pensadores. 

El público, compuesto principalmente por estudiantes y académicos que acudieron al Simposio Internacional sobre Ciencia Política, guardan silencio al momento de iniciar el diálogo, cuyo tema es la lectura de la reciente sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Aguas Acosta contra Ecuador.

Schmitt inicia diciendo. Mi estimado Foucault, esta sentencia sobre el caso ecuatoriano ilustra precisamente lo que en todo momento he advertido, la tensión íntima entre la soberanía estatal y los mecanismos supranacionales. El estado como unidad política, ahora ve sus decisiones bajo un escrutinio cuyo agente está más allá de sus fronteras.

Foucault ajustándose sus gafas expresa. Interesante perspectiva, profesor Schmitt. Sin embargo, lo que yo observo en esta sentencia es la manifestación de nuevas tecnologías de poder. Ya no estamos frente a un poder soberano clásico como el que usted teorizó. Ahora se trata de una red compleja donde los derechos humanos funcionan como dispositivos que reconfiguran las relaciones de poder.

Pero observe cómo la Corte interfiere directamente en lo que debería ser una prerrogativa soberana, el uso legítimo de la fuerza, replica Schmitt.

Foucault, inclinándose con interés señala. Precisamente, lo que revela algo fascinante: la transformación del poder disciplinario. Observe cómo la sentencia realiza una microfísica del poder policial. No solo condena el exceso, sino que anatomiza precisamente el cuándo y cómo debe ejercerse la fuerza. La Corte establece que el señor Aguas no portaba armas, estaba en estado de ebriedad y su esposa incluso ofreció pagar los daños. Cada uno de estos detalles construye un nuevo régimen de verdad sobre el uso legítimo de la fuerza.

Pero ese es precisamente mi punto, interrumpe Schmitt. La decisión sobre cuándo usar la fuerza es fundamentalmente política. Lo que vemos aquí es la judicialización de decisiones que pertenecen al ámbito de la soberanía estatal. ¿Cómo puede un tribunal internacional, desde la distancia determinar los márgenes precisos de actuación policial en una situación concreta?

Foucault mira con una sonrisa penetrante y expresa. Lo fascinante es que la Corte no solo establece límites negativos, sino que produce un nuevo saber-poder sobre el uso de la fuerza. Mira cómo la sentencia detalla la necesidad de protocolos, de capacitación, de mecanismos de control. Es la creación de todo un dispositivo disciplinario transnacional.

Schmitt contesta. Sin embargo, la sentencia demuestra algo que siempre he sostenido: la necesidad del estado de excepción. El caso surge precisamente en un momento de alteración del orden público. ¿Y qué sucede cuando un agente policial enfrenta una situación de desorden? ¿Debe consulta un manual de procedimientos internacionales antes de actuar?

Foucault, asintiendo pensativamente. Lo que usted ve como una limitación, yo lo interpreto como la emergencia de nuevas tecnologías de poder. La sentencia no solo restringe, sino que produce nuevas formas de ejercer la autoridad. Los derechos humanos funcionan como un dispositivo que reconfigura las relaciones de poder dentro del propio aparato estatal. La sentencia demuestra precisamente que la excepción ya no puede ser un cheque en blanco para el poder estatal.

El moderador indica que solo queda tiempo para una reflexión final.

Primero toma la palabra Schmitt. Los tribunales internacionales de derechos humanos representan la culminación de un proceso de neutralización de lo político que debilita la capacidad decisoria del Estado. Están convirtiendo decisiones políticas fundamentales en cuestiones técnico-jurídicas.

Foucault señala. Por el contrario, representan la emergencia de nuevas tecnologías de poder que transforman tanto la soberanía estatal como las formas de resistencia y subjetivación. No es el fin de lo político, sino su reconfiguración. Y en ese proceso, están emergiendo nuevas formas de poder y resistencia que trascienden la lógica tradicional de la soberanía estatal.

El público aplaude mientras ambos pensadores intercambian una mirada de respetuoso desacuerdo.

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