Aunque oficialmente el Día del Policía se conmemora cada 22 de diciembre, y en esa fecha se acostumbra realizarles también su “posada”, rifarles diversos obsequios y entregar el Premio al Mérito Policial, este año, y por así convenir exclusivamente a los intereses de la corrupta, nefasta y perversa gobernadora Layda Sansores, y de su negligente, inepta y arbitraria secretaria de Protección y Seguridad Ciudadana, Marcela Muñoz Martínez, el “festejo” se adelantó para el sábado antepasado.
La razón es más que obvia: tanto la senecta mandataria, como su querida Marcela, saldrán de viaje al extranjero para pasar las fiestas navideñas, de suerte que debían resolver ese compromiso antes de que se lanzaran a derrochar parte del presupuesto estatal en esos viajes estrambóticos que acostumbran realizar cada año.
Y es que este año en particular, la organización del Día del Policía representaba un reto importante. Ante todo, para mostrar a los campechanos que se cuenta con una institución fuerte, cohesionada y comprometida con la ciudadanía, luego de esos 104 días, entre el 16 de marzo y el 28 de junio de este año que está por concluir, en que los elementos se sublevaron contra su máxima autoridad.
Pero no está de más decir que no cuenta Campeche en estos momentos con una buena policía. Y no la hay, porque desde la cabeza, hasta sus principales y estratégicos mandos, están corrompidos por la podredumbre que se genera desde la comandancia central que encabeza la guanajuatense Marcela Muñoz. Y no se diga de la corrupción y negras componendas que mantiene la jefa máxima, la gobernadora Layda Sansores.
Tuvo la Policía de Campeche la oportunidad de acabar con esos pactos oscuros, con esos acuerdos perversos y con la manzana podrida que ha descompuesto todo y llenado de putrefacción lo que toca.
Los buenos elementos, los que de verdad estaban comprometidos con la sociedad campechana y no con sus pervertidos comandantes, se levantaron en contra de la corrupción que impera, y en su levantamiento tuvieron el respaldo incondicional, absoluto y unánime de la sociedad campechana. Lamentablemente no los escucharon, y por el contrario, la cabeza máxima, saturada de pus, prefirió encubrir y proteger a su querida comandanta, antes que iniciar una nueva era en beneficio de la ciudadanía.
Por eso era complicado organizar un festejo, cuando la propia sociedad sabe que esa institución desvió sus objetivos, prostituyó sus compromisos, y se convirtió en una cueva de forajidos foráneos que sólo ven por sus intereses, y para quienes el compromiso de servir y proteger a la ciudadanía, es sólo un slogan devaluado y pisoteado por ellos y su jefa Muñoz Martínez.
Por eso también, el festejo ha sido el más desangelado de los últimos años. Su propia organización anticipaba lo que vendría, pues los fuereños se encargaron de propalar la versión de que no serían invitados los elementos identificados como rebeldes. Aquellos que tuvieron que reincorporarse como último recurso para conservar la fuente de ingresos de sus familias, y aunque finalmente no les quedó más opción que considerarlos como partes integrantes de la fiesta, la venganza final aún se consumaría.
Por ello es que uno de los traidores, el subinspector Juan Manuel Tacú Maldonado, señalado por hostigar a policías que participaron en la manifestación pacífica, recibió el “Premio al Mérito Policial” y el cheque por 25 mil pesos que conlleva el galardón.
De él, dicen sus compañeros que “fue el que puso una unidad a la entrada de la Secretaria cuando empezó la manifestación y después se fue a la oficina donde estaban las bodycam y se llevó todas las grabaciones de lo sucedido en el Cereso para entregárselas a Marcela a cambio de un buen fajo de dinero y después empezó a ponerle el dedo a los policías que le llegaban sus notificaciones y él le indicaba a Josafat para que les dieran de baja. Es el más traidor de los policías”.
Uno de los dos vehículos que rifaron correspondió a una tal Celina, identificada como parte de los foráneos que se han apoderado de los principales puestos en esa Secretaría, y quien también se encargó de integrar los expedientes para cesar a los policías considerados como “rebeldes”.
Es decir, la inepta y negligente Marcela dejó en claro a la tropa que para crecer en esa dependencia, para recibir prebendas y privilegios no es necesario ser un buen elemento y estar al servicio de la ciudadanía, sino ser un esquirol, chismoso, arrastrado y traidor.
Y si bien la senecta gobernadora, en su discurso destacó que “este año la lealtad se puso a prueba”, lo que no dijo con sus palabras, pero sí decreta con sus acciones, es que esa lealtad que estuvo a prueba no fue para con la sociedad campechana, sino para con su querida Marcela. No se premia a quienes son leales a sus principios, a sus compromisos de honestidad y de valor, sino a quienes sucumbieron a las amenazas, chantajes y presiones de la corrupta guanajuatense.
Las corruptas Marcela y Layda no premian la lealtad sino la traición. No les interesa que Campeche siga cayendo en el tobogán de la inseguridad y la violencia, sino que “nadie se meta” con su amada Marcela. Por eso, se insiste, las cosas van de mal en peor.
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