En su sesión 54 ordinaria del Consejo de Derechos Humanos de ONU se han presentado discusiones muy interesantes sobre el futuro de los derechos. Sin embargo, uno salta a la atención por lo trascendente de los efectos potenciales. Me refiero a aquel que en dos estudios diversos plantea la relación entre el desarrollo de nuevas tecnologías y el cambio climático.
En especial, se refieren a las tecnologías basadas en la descarbonización y la modificación de la radiación solar, pero lo significativo es la llamada a parar y reflexionar bien sobre ello, porque podrían tener el riesgo de resultar muy lesivas para nuestro planeta, justo lo que se querría combatir al desarrollarlas.
El primero de ellos fue presentado por Milena Costas Trascasas, presidenta del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de ONU. Se refirió al informe sobre el “Impacto de las nuevas tecnologías climáticas en el disfrute de los derechos humanos”. En dicho informe se examinaron las implicaciones para los derechos humanos de dos grandes tipos de geoingeniería: la eliminación de dióxido de carbono y la modificación de la radiación solar.
La conclusión fundamental a la que llegó el informe era de que las nuevas tecnologías de protección del clima interferían con el disfrute de los derechos humanos, incluido el derecho a la vida; a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible; a un nivel de vida adecuado; al acceso a alimentos y agua; y al acceso a la justicia y a recursos efectivos. De igual forma se temía que perjudicaban a pueblos indígenas, pescadores, agricultores y otros pueblos rurales y comunidades.
Dos características fundamentales de estas nuevas tecnologías son: en primer lugar, están destinadas a paliar los efectos adversos del cambio climático, pero no producen energía ni bienes; en segundo lugar, de aplicarse a gran escala, pueden hipotéticamente cambiar el clima del planeta.
De igual forma, estas tecnologías presentan riesgos ya que pueden consumir cantidades muy considerables de agua y energía, y tener efectos adversos sobre la biología marina, la red alimentaria, riesgos para la salud, repercusiones ecológicas, cambios en los patrones hidrológicos, daños a la capa de ozono, oscurecimiento global, reducción de la fotosíntesis, entre otros muchos.
El segundo informe, fue presentado por Marcos Orellana, relator especial sobre las implicaciones para los derechos humanos del manejo y eliminación ambientalmente racional de sustancias y desechos peligrosos. Sobre ello, dijo que el impacto de algunas soluciones propuestas para el cambio climático amenazaba con agravar la marea tóxica que enfrenta la humanidad.
Afirmó que los Estados y las empresas se estaban uniendo para crear nuevas tecnologías e innovaciones. Ahora, estaban surgiendo ciertas tecnologías de mitigación del clima que podrían exacerbar la contaminación tóxica.
Materiales como el litio, el cobalto, el níquel, el zinc y las tierras raras, entre otros, tenían muchas aplicaciones en tecnologías avanzadas, lo que los convertía en componentes esenciales de muchas tecnologías de descarbonización. Sin embargo, su rápida extracción para descarbonizar la matriz energética podría provocar escasez de agua y producir desechos mineros tóxicos.
En ambos casos el llamado es el mismo, en la etapa actual de desarrollo de estas tecnologías se debe suponer que resultan perjudiciales para los derechos humanos y para el planeta, por lo que la aproximación a ellas debía ser con mucha cautela e inclusive una moratoria en su desarrollo estaría justificada.
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