Hoy el DIF es un cascarón vacío, un edificio donde labora personal insensible, encabezados por la presidenta del Patronato, que no tiene empatía con las necesidades de los que menos tienen…
No puede negarse el buen trabajo que en su momento desempeñó doña Elsa San Román de Sansores Pérez como la “primera dama” del Estado. En la memoria de Campeche se registra necesariamente la creación del Centro de Rehabilitación y Educación Especial (CREE), que ha atendido a miles de personas con alguna lesión o deficiencia física y que esta semana ajustó 50 años de su creación.
Lo que tampoco puede negarse es cómo se ha venido degradando su descendencia. Por ejemplo, su hija Laurita no es ni la sombra de doña Elsa, no le llega ni a los talones, pues su trabajo al frente del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) ha sido mucho menos que deficiente.
No afirmamos lo anterior solamente por el nepotismo que impera en esa institución. La nómina está plagada de Sansores con sueldos que son muy onerosos si se compara con la nula efectividad que demuestran.
La propia Laurita se ha quedado a años luz de la entrega incansable de doña Elsa. Ella sí estaba de tiempo completo y sí ayudaba de manera desinteresada y de corazón a la población vulnerable que acudía en busca de apoyo. Hoy el DIF es un cascarón vacío, un edificio donde labora personal insensible, encabezados por la presidenta del Patronato, que no tiene empatía con las necesidades de los que menos tienen.
Eso sí, abunda la cursilería. La propia “inauguración” del nuevo edificio que alberga las instalaciones del CREE, construida en tiempos del gobernador Fernando Ortega Bernés, es un ejemplo de cómo el sentimentalismo barato sustituye la entrega de resultados.
Esta Administración sólo entregó algunos nuevos equipos al edificio, rehabilitó algunos espacios que ya estaban construidos, repintó las instalaciones y le colocó el busto de doña Elsa, para simular que toda la obra es atribuible al Gobierno de Layda Sansores. ¿La finalidad? Justificar el mutimillonario desvío de recursos que caracteriza al Sansorismo.
El buen corazón de doña Elsa tampoco fue heredado por Layda Elena. Hay cosas buenas que no son congénitas, pero sí se transmite por los genes la proclividad al saqueo y las obsesiones por la venganza que caracterizaron a don Carlos y que hoy se aprecian con nitidez en el Gobierno de la pelirroja falsa.
Y sí, están en su derecho de rendirle pleitesía a su señora madre. Vaya que se lo merece, aunque los campechanos estuviéramos más agradecidos si ellas —Laurita y Laydita— hubieran emulado sus buenas acciones, su buen corazón y su entrega total y desinteresada al trabajo y al servicio de quienes menos tienen.
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