La destrucción del malecón con la construcción del innecesario y superfluo Tren Ligero, parece una venganza de la Tía Loca en contra del gobernador que lo construyó, y quien le ganó limpiamente las elecciones en 1997…
“No les bastó con arrasar con las selvas de esta hermosa Península con su Tren Maya, que ahora quieren destruir el malecón más bonito del país con la construcción de lo que han dado en llamar el ‘Tren Ligero’, una obra superflua, innecesaria y extremadamente cara”, despotricó don Memín, al encontrarse con don Julián en el Parque Principal.
El senecto exsirviente de la mansión blanca del Sátrapa Negro acudía como cada semana a su cita para lustrarse los zapatos, aprovechando que su esposa, doña Catalina, asiste a la misa vespertina en la hermosa Catedral de la capital del reino de la Culebra y la Garrapata.
—“¿Qué estás diciendo sacrílego? —reprendió don Julián al aseador de calzados— ¡Cómo te atreves a cuestionar a una de las obras más importantes que van a poner a nuestra bella capital en el mapa de las más modernas del país!”.
Don Memín soltó una estruendosa carcajada y se quedó viendo fijamente al anciano charlista, quien se esforzaba en mantenerse serio. “¿Ya te llegaron al precio? —cuestionó. ¿Ya te vendiste como El Chetos, que a cambio de unos cuantos pesos traicionó a sus hermanos policías, que ya ajustaron dos meses en rebeldía?”.
La carcajada de don Julián se escuchó hasta la Catedral, donde doña Catalina escuchaba fervorosamente la misa oficiada por el obispo. “¡Claro que no entrañable amigo! Sólo repito lo que dicen los panegiristas del régimen, los que todo le aplauden a la Tía Loca, los que genuflexan su dignidad a cambio de unas cuantas monedas…”.
—¡Claro que es una obra innecesaria! ¡Y muy cara además! ¿En qué va beneficiar a los habitantes de esta pacífica urbe que ni viajan por el Tren Maya y tampoco son frecuentes visitantes del aeropuerto? Tal vez le sirva a los escasos turistas que nos visitan, pero al pueblo, al mero pueblo, claro que no le servirá de nada”.
—“No sólo eso —añadió don Memín. Para su construcción van a modificar de manera importante el trazo de nuestro malecón, van a cerrar uno de los carriles y eso seguramente generará conflictos de vialidad. Se nota que quienes lo diseñaron, trazaron e impulsan, no son de acá, o bien es idea de la Tía Loca para vengarse del gobernador que construyó el malecón y quien modernizó verdaderamente el rostro de nuestra capital. Es el mismo quien le ganó limpiamente en las elecciones del 97”, añadió el rechoncho boleador de zapatos.
—“Pues venganza, revancha, capricho o idiotez, ya están destruyendo una de las partes más bonitas de nuestra capital y no hay nadie que pueda parar ese desastre para darle el gusto a la corrupta hija del Sátrapa Negro, de que tengamos un ‘metrito’ que va servir para poca cosa”, concluyó don Julián.
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