Catón
Una enlutada señora de atractivas formas se alejó de una tumba en el cementerio caminando hacia atrás. La amiga que la acompañaba le preguntó intrigada: “¿Por qué te retiras así de la tumba de tu esposo? ¿Tanto respetas su memoria que no quieres darle la espalda?”. “Lo que pasa —explicó la viuda— es que él decía que tengo unas pompas como para resucitar muertos, y no quiero que vaya a revivir”… La puerta se cerró detrás de Ebrard, y de seguro ya no se abrirá. El reclamo que hizo en el sentido de que la Secretaría del Bienestar habría estado desviando recursos para financiar la campaña de Claudia Sheinbaum no iba dirigido a la titular del ramo, ni a la precandidata de Morena, sino al caudillo de la 4T, quien ayer mismo desmintió la versión del excanciller y afirmó que hay piso parejo en la contienda interna del partido del cual es propietario. Nadie diría eso al ver la profusa y costosa propaganda en favor de Sheinbaum, eso sin contar los evidentes acarreos de las multitudes que aplauden, sin poderlo pronunciar, el nombre de la que, según muestran todos los indicios, es la corcholata escogida desde ahora por el tabasqueño para sucederlo, y con ella fundar su maximato. Es una pena, porque Ebrard habría sido mejor presidente que la señora, del mismo modo que gobernó mejor que ella la Ciudad de México. En igual forma habría sido mejor mandatario que López, quien no se mostró dispuesto a dejar en el cargo a quien de seguro lo habría superado. Pero equivocadamente Ebrard le dio pataletas al pesebre. Repitió la conducta despechada de Manuel Camacho Solís cuando Salinas designó a Zedillo candidato, y no a él, después de la trágica y sospechosa muerte de Colosio. Por todo esto, por su bajo puntaje en las encuestas y su pobre desempeño como precandidato, a Ebrard se le puede considerar ya sin posibilidades, sobre todo si se toma en cuenta el talante vindicativo de AMLO, que como buen autócrata no perdona a quien se aparta un ápice de sus dictados. Si alguna vez Ebrard llevó en su camiseta las iniciales PRI habrá que colocarle ahora las mismas letras, pero en distinto orden: RIP… Conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Ayer le dijo a su esposa: “Llevo siempre tu foto en mi cartera. Cuando tengo un problema grave miro tu retrato, y eso me devuelve la tranquilidad”. “¿De veras?” —se emocionó la señora. “Sí —confirmo Capronio—. Me digo: ‘¿Qué problema puede ser mayor que éste?’. Y el problema desaparece”. (No cabe duda: Capronio es un cabrón. De esta clase de hombres —y de mujeres, pues también las hay de la misma calaña— dijo Machado que es mala gente que va apestando la tierra. Tenía razón)… La hermana mayor de la pequeña Rosilita se casaba ese día. Algo había oído decir la niña acerca de lo que es el matrimonio, de modo que le preguntó a su mamá: “¿Qué le va a hacer esta noche su novio a Dulcimela?”. Respondió la señora: “No me molestes ahora. Estoy muy ocupada”. No se conformó con la respuesta la chiquilla. Minutos después tiró de la falda a la señora y volvió a preguntar: “Mami: ¿qué le va a hacer su novio esta noche a Dulcimela?”. “Ya te dije que estoy muy ocupada —repitió la mamá, atareada en los trajines del casorio—. Vete a jugar”. No obedeció Rosilita. Apenas había pasado un minuto repitió su interrogación: “¿Qué le va a hacer esta noche su novio a Dulcimela?”. La señora, molesta por la insistencia de la niña, respondió con enojo: “Esto le va hacer”. Y así diciendo le dio un par de nalgadas. Frotándose la parte dolorida Rosilita fue a donde estaba su hermana y le dijo. “Dulcimela: esta noche cuídate el trasero”. FIN.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
El Señor se le apareció a un hombre. Le dijo:
—Has sido bueno. Te concederé un deseo.
Pidió él:
—Quiero ser cien veces más inteligente que cualquier hombre.
El Señor le cumplió el deseo y le dijo:
—Ve en paz, hijo mío.
Tiempo después el Señor se le apareció de nuevo al tipo. Le concedería otro deseo.
—Quiero ser mil veces más inteligente que cualquier hombre.
El Señor le cumplió el deseo y lo despidió:
—Ve en paz, hijo mío.
Pasó el tiempo, y de nueva cuenta el Señor fue con él para cumplirle un tercer deseo. Pidió el sujeto:
—Quiero ser un millón de veces más inteligente que cualquier hombre.
El Señor le cumplió el deseo y le dijo:
—Ve en paz, hija mía.
¡Hasta mañana!…
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