Lo menos que han dicho de su evento de supuesta reelección es que fue una farsa y un atraco; de él, que es un ‘aspirante a dictador y tirano’, y de su partido, que ya está en fase terminal, que ya no tiene representatividad en ninguna de las Cámaras y que el poder que un día ostentó, está a un paso de la tumba por las ambiciones y locuras de su actual dirigente, Rafael Alejandro Moreno Cárdenas.
Lo cierto es que todo eso a Alito le vale madre. Así, con esas letras, tal y cual ha sido desde que empezó a disfrutar de las mieles del poder. No le importa si hunde a su partido, si lo desaparece y funda otra institución política denominada Palito (el Partido de Alito).
A él sólo le interesa seguir figurando como líder de una de las organizaciones partidistas en México, y estar en la cima de esa plataforma para su lanzamiento como candidato presidencial.
En la mente fantasiosa de Moreno Cárdenas, en Alitolandia, en el país de las mentiras, de las simulaciones, de las farsas, en donde la sordera es característica principal, la soberbia es su distintivo más destacado y la falsedad rige la conducta de sus habitantes, el PRI (o Palito) regresará un día al poder. Va a recuperar los espacios perdidos y se va reformar para volver a ganar la confianza de la gente.
En su visión distorsionada de la realidad, Moreno Cárdenas sostiene que se reeligió en un proceso que “se caracterizó por un desarrollo abierto, transparente, incluyente y competitivo en el que todos, quienes participamos en él, quienes aspiramos a estar en la dirigencia, lo hicimos en igualdad de circunstancias”.
Mientras que por un lado ordena la exclusión de Manlio Fabio Beltrones de sus espacios en el Senado, y amenaza con expulsar a quienes “difaman al Partido”, el exgobernador campechano anuncia que “es momento de abrir las puertas a una reforma integral del partido”. En los hechos cierra las puertas a la disidencia, pero en su discurso se las abre a todos.
A un paso de la tumba, con los signos vitales a punto de acabarse, el líder de los escombros de lo que fue el PRI, confiesa: “No vamos a ocultar que el partido se encuentra en la posición más precaria de su historia. Sin embargo, no podemos, ni debemos sucumbir al fatalismo, ni a los ataques, ni a los malos augurios de quienes por años han deseado ver al PRI tocar el fondo del abismo”.
Aún más, subrayó que “ya no basta con aferrarnos a las victorias del pasado, ni apelar a la nostalgia de la gente. Hoy, tenemos que plantar los pies en el presente y alzar la vista al futuro”.
Y quien guiará a los priístas hacia ese futuro, rompió récord nacional por esa victoria arrolladora, al ser reelecto con el 97% de los votos, sí, leyó bien estimado lector, el 97 por ciento de los votos, que suena rimbombante, despampanante y deslumbrante, si no fuera porque ese porcentaje representa en votos duros sólo a 440 priístas arrastrados que a cambio de unas cuantas monedas validaron la traición a los principios históricos de ese partido.
Y bueno, si se tratara de ponderar las cifras, ¿qué representan esos 440 votos con los cuales se reeligió, contra los cinco millones de militantes que renunciaron a esas siglas durante esta primera etapa de la dictadura alitista? Aún más, ¿cuántos de los que aún aparecen como militantes de verdad respaldan las locuras de este engendro de la política?
Por si fuera aún más burda, ridícula y escandalosa esta farsa porfiriana, imagínense que el presidente de la Comisión de Procesos Internos del PRI, fue el champotonero Pablo Angulo Villacís, el principal operador de Alito (dicen que hay muchos en la fila, liderados por el cubano), y que a él le correspondió dar por válida la elección y declararlo ganador. Usted sabe. No pueden correrse riesgos.
A futuro, puede anticiparse que este PRI, que según Alito será un “feroz opositor del próximo gobierno”, en realidad va a ser parte de una simulación: ladrará de dientes para afuera, pero acordará en lo oscurito. Los ladridos de los emisarios de Moreno Cárdenas van a ser como los de los perros chimuelos: mucho escándalo, pero sin colmillos para morder o hacer daño.
La insurgencia,la rebelión, la disidencia al interior del viejo partido tricolor, la encabezan Dulce María Sauri Riancho, Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa Reza, que ya pasaron por la dirigencia nacional de ese instituto político, que también tienen su buena carga de descrédito, y quienes no parecen encabezar a un ejército de cuadros nuevos, juveniles o de auténtica representatividad ciudadana que deseen permanecer en el PRI, por la sencilla razón de que ese instituto político fue, y tal vez sigue siendo el partido más aborrecido por la sociedad.
Es decir, tal vez Dulce María, Pedro Joaquín y Enrique Ochoa quieran dar la batalla por recuperar al PRI de las ambiciones desmedidas de Alito, para ponerla otra vez en manos de la sociedad.
Lo que tal vez sea innegable es que esa sociedad mexicana, seguramente ya no quiere nada con ese priísmo trasnochado y saturado de corrupción, de intereses, de ambiciones y de muchísimos malos resultados. Correrán la misma suerte que el PRD, y no tardan.
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