Mariano Espinosa Rafful
Podremos aprender a volar,
Richard Bach.
En el puntual seguimiento de la historia reciente de Ciudad del Carmen, aquella que se construye en cada uno de nosotros desde el lugar donde nos encontremos, pero también la trinchera en la cual transitamos la vida, día a día, momento a momento, nos damos cuenta de la competencia.
Es una lucha sorda, con dardos envenenados los más, entre la baraja de quienes suspiran por el poder, por esas oportunidades negadas para la inmensa mayoría de los mortales, en el difícil y complejo aprendizaje de servir a los demás.
Pocos son los que se preocupan y ocupan por el pueblo, ese que es convocado cada dos años y medio a las urnas, a votar, a inclinarse ante un aspirante, suspirante, iluso o suertudo, hombre o mujer, porque conocemos historias de último minuto, de cambios por cuestión de género, o por falta de un documento extraviado en el camino.
Tiempos de destaparse el todo, de decir a los cuatro vientos, “que suerte he tenido de nacer”, casi, casi, para demostrarse que pueden ser utilizados por algún partido político, previa medición de la popularidad, el conocimiento ante su comunidad o los dineros o recursos de que se disponga para ganar gastos de todo, para ser aplaudidos, “queridos”, en la manipulación de las masas.
Recurrencia que ya no nos quita el sueño, porque hemos tenido, en estos últimos tiempos, conocimiento en las caminatas, de que lo más es parafernalia, casi todo está definido, decidido desde el poder que manipula, acusa, envuelve, castiga, encarcela, se desquita y hasta baja por los intereses de las minorías, a quienes no son afines a los planes en el paso siguiente, sentarse en la silla loca, dependiendo del cargo de elección popular.
La selección es atípica, Campeche es un gran abanico multicolor más recientemente, y Ciudad del Carmen no es la excepción, alborotados hasta los beneficiarios de contratos en el pasado reciente, que por cierto niegan esas ligas, y no de las que nos acordamos, sino relaciones con el poder que habitó la Isla y el Municipio, y que se benefició a mansalva de todo al mismo tiempo.
No hay poder ni dinero infinito, todo es finito en el universo de las cosas y las personas, y la política es adicción, pero además predicción, locación, expulsión, sin explicaciones por cierto y ahora hasta desmarques, saltando de un partido a otro, como si fueran futbolistas en la Liga MX, vendiéndose o adquiriéndolos el mejor postor.
El Municipio de Carmen ya no está más para experimentos, reclama los cuadros formados en el esfuerzo, pero es muy difícil acceder, las recomendaciones continúan siendo parte de los escenarios alternos, las madrinas y los padrinos políticos, ese empujón que tire la puerta para ser vistos, ya no digamos ser escuchados.
Los que nacimos en la Isla o formamos parte de la comunidad desde siempre, tenemos claro el presente adverso, con autoridades desde Campeche insensibles, listas para la fotografía a modo, la sonrisa de oreja a oreja, pero no resolver los problemas que nos aquejan desde la llegada de Pemex, y que siguen en esa espiral de vanidades sin salvedades.
Destellos de intentos de mezquindad de la mayoría de quienes quieren estar donde hoy habita la prudencia, inteligencia y definición de objetivos claros a favor de un mejor mañana, porque el futuro es utopía.
Seamos serios, conscientes de una realidad que no nos debe rebasar, menos aún ser enganchados en pleitos mezquinos, o engañados por ilusos con tres pesos, producto de los negocios desde el poder, en esas dádivas que presumen son producto de su trabajo y sudor, cuando sabemos es que narcisismo puro.
Hoy nuestro Municipio requiere madurez y certidumbre, experiencia y compromiso, seguridad y presente, atención y no reflectores para el show y el agradecimiento con foto de una despensa o un premio de concursos patito. Las tortas de cochinita nos pueden ser carísimas si “creemos en los espejismos de la basura”.
Más historias
Que vieja tan terca
CINISMO RAMPLÓN
EN LAS TRIPAS DEL JAGUAR: 21 NOVIEMBRE 2024