Ya ni les permiten resguardarse en el Palacio de Gobierno si cae algún aguacero
Soportando aguaceros e inclementes rayos solares, resignados, cansados y evidentemente enojados, las familias desalojadas de San Eduardo cumplen hoy 52 días de “vivir” en su campamento de resistencia en los bajos del Palacio de Gobierno, en espera de que a la gobernadora Layda Sansores San Román se le ablande el corazón y les devuelva sus terrenos o dé tierras donde vivir.
“Aquí pasamos la lluvia y el intenso sol, no hay a dónde ir. Seguimos a la espera de que nos devuelvan nuestros terrenos, porque legalmente son nuestros”, expresó doña Petrona Cruz Olán, quien reitera su disgusto y pesar por el abandono en que están ante el desinterés de las autoridades y ser ignorados por Layda Sansores, por quien, lamentó, votaron.
Ella, su hija y esposo, no tienen dónde vivir, por eso decidieron con sus demás vecinos instalar el campamento que pudiera llamarse de resistencia civil. Ahora viven bajo el Palacio de Gobierno, y su presencia ya es cotidiana para quienes acuden a realizar algún trámite gubernamental.
Bajo su pequeño toldo, el miércoles soportaron estoicos el aguacero. Antes se les permitía ingresar al Palacio de Gobierno, ahora no. Incluso tienen problemas para utilizar los sanitarios, pues sólo entran en compañía de un vigilante.
Para cocinar lo poco que consiguen tiene dos fogones, uno bajo las ramas de una planta de ornato, y el otro en su toldo para cuando llueve.
A un costado, sobre el tanque de residuos fecales del edificio gubernamental, hay otro toldo y varias sogas en las cuales, después de ser lavadas y enjuagadas, tienden ropa.
Destacan las prendas de Manuel, Ángel e Ivana, los tres pequeños que hacen travesuras frente a los elevadores, siempre vigilados por elementos policiacos por si intentan subir las escaleras, para evitar algún accidente.
Sin duda, para Ángel, el más pequeño, de entre cuatro y cinco años de edad, no hay dilema que le preocupe. Se acuesta en el piso, cruza los pies y toma su biberón con leche. Muchas veces lo vence el sueño y no lo despiertan ni las múltiples pisadas de la gente que pasa a su lado.
En el pasillo de ingreso a las cajas de Finanzas, hay otra persona que por su avanzada edad también se entrega al reino de los sueños. Su cama es un modesto cartón, pues su hamaca, donde habitualmente dormía, no la puede utilizar desde hace 52 días, pues no tiene donde colgarla.
Los sueños de ambos son velados por una docena de mujeres, hombres y jóvenes mientras realizan diversas actividades o están reunidos, como en tertulia, renegando la suerte de haber votado por Layda Sansores, la que creyeron tenía buen corazón pero “está envenenado con una flecha de odio hacia los que menos tienen, hacia los pobres”, según palabras de María del Carmen Reyes Cruz.
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