Dicen quienes se mantienen muy cerca de la senecta tirana del reino de la Culebra y la Garrapata, que de tanto decir mentiras se mordía la lengua a cada rato, y le sangraba tanto, que sus médicos de cabecera decidieron aplicarle un remedio.
Le recetaron que cada vez que fuera a decir barbaridades y mentiras, se colocara en la lengua un pequeño artefacto de acero inoxidable, relativamente moldeable, para que al momento de engañar a su pueblo no se la mordiera y no se expusiera a una hemorragia mortal.
Cuéntase entonces que la Tía Rata siempre andaba con la lengua blindada y podía decir todas las mentiras que le pasaran por la mente, como por ejemplo repetir hasta el cansancio que “es honesta y que jamás ha robado”, ya que entre sus antecedentes en la Cámara de Representantes del Pueblo, acostumbraba facturar sus costosísimos vestidos, finas joyas y ostentosos zapatos de marcas extranjeras, para que el dinero proviniera de las arcas públicas, y no de sus altos emolumentos como servidora pública.
Su honestidad fue reprobada hasta el extremo durante su desempeño en una Alcaldía del altiplano, donde no sólo se robó más de 120 millones de pesos, según le ha documentado su sucesora, sino que repartió el dinero público a sus parientes como si ella fuera la propietaria de los recursos.
A la Tía Rata le gustaba —y le gusta— presumir que es luchadora de izquierda, pese a que es de las personas más acaudaladas del reino de la Culebra y la Garrapata, y aún entre las más multimillonarias de la banda de forajidos que llegó al poder gracias a la lucha de su Tatich Tabasqueño que dice Tantas Tarugadas, conocido como el “señor de las 4T”.
Desde su trono real donde cada martes difunde las mentiras de la semana, y como señora de horca y cuchillo sentencia a sus opositores como delincuentes, corruptos, rateros y demás, la Tía Rata juzga y condena a sus antecesores —menos a su papá— de haber saqueado las finanzas del Reino, y de haberse dado vida de jeques árabes.
Por ejemplo, señalaba que su antecesor inmediato sólo viaja en jets privados, rentados a precios escandalosos y financiados con el dinero del pueblo. Juraba y perjuraba que ella jamás haría lo mismo, y que se conformaría con viajar en los vehículos oficiales que ya existían a su llegada.
Más tardó en dejar de decir esa mentira que en contradecirse, porque los juglares que cantaban la verdad de los hechos en sus tribunas públicas, le demostraron que ella también arrendaba jets privados para movilizarse en cada viaje semanal, tanto para supervisar la buena marcha de sus negocios, como para salir al extranjero a visitar a su amante oficial, que era embajador del imperio en uno de los reinos tropicales de la selva.
Eran tantas las mentiras, que a diario pronunciaba la senecta gobernante, que haría falta enciclopedia para documentarlas en su totalidad. No obstante, en el Diario de la Tía Rata iremos narrando las más destacadas y las que más daño le hacen al pueblo.
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