Tribuna Campeche

Diario Independiente

EXPEDIENTE | CRECEN RUMORES DE INTERINATO…

La advertencia que le lanzó la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo a la grotesca gobernadora de Campeche, Layda Elena Sansores San Román, en la explanada del Zócalo el pasado domingo, luego del evento de rendición de cuentas por los primeros 100 días de su Gobierno, confirma que la relación entre ambas va de mal en peor. No hay el mínimo asomo de duda.

La senecta y ridícula mandataria ya no tiene derecho de picaporte en la oficina presidencial. Ya no puede llegar sin anunciarse, ya no es la invitada frecuente a la “mañanera”. Tampoco atendieron sus exigencias presupuestales, y no se diga de sus ocurrencias. El Tren Ligero, obra que le heredó su gurú tabasqueño, no cuenta con la total simpatía presidencial. Saben que es un derroche suntuoso, porque es un servicio que no necesita nuestra capital.

A todo eso hay que sumarle que son nulos los resultados del nefasto Gobierno de Layda Sansores en Campeche. Y que sí, ha habido crecimiento, pero en la incidencia delictiva, los índices de pobreza, inseguridad, inflación, carestía, deterioro del nivel de vida, corrupción, tráfico de influencias, nepotismo,  impunidad, mentiras, ineficiencia, desempleo, injusticias, abusos, persecuciones, etcétera.

El “crecimiento” de Campeche, como bien han venido documentando las gráficas del Inegi desde hace varios años, ha sido para abajo. Y eso que, de tres años a la fecha, en Campeche no hemos tenido pandemias, desastres naturales o plagas que de por sí desploman la economía. El peor mal que sufrimos, es este ineficiente Gobierno de Layda Sansores y su banda de forajidos foráneos que cobran bastante bien, insultando con eso el llamado a la austeridad de Claudia Sheinbaum, pero que no funcionan. No sirven.

Por eso hay que detenernos un poco en el más reciente desplante presidencial para con Layda Sansores. No fue un gesto amistoso. Y si bien es cierto que Sheinbaum posteriormente esbozó una enigmática sonrisa, quienes han estudiado su lenguaje corporal y han traducido su inexpugnable y frío rostro, coinciden en que la Presidenta no expresa lo que siente, ni trasluce lo que susurra.

Pero fuera de interpretaciones, elucubraciones o especulaciones, en la capital de la República se tiene pleno conocimiento de cada paso de la gobernadora. De lo que dice y cómo lo dice, de lo que hace o deja de hacer. De sus derroches y excentricidades, de sus afectos que reparten impunidades y de las gravísimas irregularidades en que ha incurrido su Administración en el manejo de los recursos, sean estatales o federales.

Hay elementos suficientes para fincarle responsabilidades a ella y a varios de sus colaboradores, para justificar la finalización prematura de su periodo gubernamental. Hay razones para sacarla de Palacio, porque con su conducta se ha convertido no sólo en peligro para el proyecto de nación que esbozó Andrés Manuel López Obrador, sino para la propia congruencia del Gobierno que encabeza Sheinbaum Pardo.

Por eso es que se ha incrementado el rumor de un posible interinato para Campeche. En la capital del país, algunos periodistas muy cercanos al régimen ya están hablando de la posible sustitución de dos gobernadoras, pero no les permitieron precisar de quién o quiénes se trata. No sea que, como en el pasado, también huya a algún paraíso fiscal en la cajuela de alguna de sus lujosas camionetas o esconda el producto de su saqueo en las cuevas de alguna de sus fincas cafetaleras en Chiapas.

Si bien no existe un rango objetivo de comparación entre el Gobierno de la inepta Layda Sansores y el de su padre (sí se asemejan mucho en latrocinio, saqueo, corrupción, impunidad, tráfico de influencias, etcétera), y se podrían ampliar sus similitudes si la hija también pide licencia al cargo, como en su momento lo hizo El Negro, seis meses antes de que concluya su mandato, para ser postulado al Senado.

Eran otros tiempos, ciertamente, y don Carlos estaba en su apogeo, mientras que Layda Elena apenas ajustaría cuatro años al frente de los destinos de Campeche,  su edad ya no le permite aspirar a nada, y para colmo, en el Gobierno Federal nadie la quiere, y por eso son varios en el altiplano los que coinciden en que ya nos dañó bastante y que debe retirarse.

¿Habría alguna inconformidad popular en el caso de que a la anciana mandataria le ordenen dejar el cargo? De entrada, esa posibilidad se descarta, no sólo por el repudio generalizado que tiene (sólo tres de cada 10 electores votaron por ella en 2021, y actualmente sólo dos de cada 10 respaldan a su Administración), sino porque en el propio Gobierno, entre los miembros del gabinete, entre los empleados estatales y también en las filas morenistas, hay mucha decepción y hasta coraje en su contra, por toda la serie de tropelías que ha cometido.

Vistas así las cosas, podemos concluir que Layda Sansores es una gobernadora endeble, debilitada y frágil, y que además, todos los días, con sus erráticas decisiones y ridículas acciones, fundamenta y nutre los argumentos para que su redonda cabeza pelirroja se ponga en juego.

Sobre quiénes quedarían al frente de los destinos de Campeche, es tema que tendrá que resolverse en su momento, pero de entrada hay que decir que no le van a permitir que imponga a su sobrino, o a su hermanita o a alguno (a) de sus incondicionales, pues de lo que se trata es de resolver el problema, acabar con la rabia, la corrupción y los abusos pues, no extenderla a través de alguno de sus ya infestados títeres.

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