En la desastrosa Administración gubernamental del reino de la Culebra y la Garrapata todo andaba de cabeza, y parodiando a algunos refranes de humorismo negro, pudiéramos decir que si a la hija del Sátrapa Negro le hubieran dado a administrar el desierto del Sahara, en dos años y medio habría conducido al déficit de arena, y si dirigiera un circo, hasta los enanos crecerían.
Viene al caso esta alocución, señala divertido por su broma don Julián, el viejo exsirviente de la Mansión Blanca del Sátrapa Negro, por la espantosa realidad que vive esta región peninsular bañada por las aguas del Golfo, en donde hasta los soldados del reino han salido a la calle a manifestarse por los pésimos resultados en materia de combate a la delincuencia y porque los mandan a la guerra con tirahules, pero sin piedras.
Es el colmo que hasta los soldados del reino se hayan armado de valor. Se quitaron la venda de los ojos, hicieron a un lado la mordaza que les tapaba la boca y ya denunciaron que los obligan a cometer actos de corrupción para cumplirle con las “cuotas” a sus jefes, todos ellos socios, cómplices y algunos hasta “amiguitos” de su jefa, la Comandanta Foránea, que goza de los afectos cómplices de la gobernanta. Por eso permanece en el cargo, que abandonará si no ceden los agraviados policías en sus demandas.
—Qué bueno que la gente se solidarizó con ellos en esta lucha —terció una de las contertulias de don Julián. Doña Chela —le dicen así cariñosamente por su piel clara, que contrasta con la más oscura tonalidad de los pobladores de esta zona— señala que eso demuestra que el sentimiento de repudio es general, ya nadie quiere a mi casi tocaya y mucho menos a su jefa. Ojalá que se vayan las dos, le haría mucho bien a nuestro pueblo —señaló en medio del aplauso de quienes participaron esa tarde-noche en la charla.
Que nadie más vuelva a ponerse la venda en los ojos —matizó don Julián. Si ya una vez nos engañaron, que no nos engañen dos veces. Se acerca la fecha fatal en que acudiremos a ratificar en las urnas si se quedan o les empezamos a pagar su boleto de avión, tren, carreta, patín o camión para que se larguen, pero ya no deben permanecer aquí haciéndonos daño y llevándose el tesoro real, que es abundante, pero que ha sido muy mal utilizado, concluyó.
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Que vieja tan terca