Tribuna Campeche

Diario Independiente

A fuego lento: Layda y su naturaleza

Enrique Pastor Cruz Carranza

Que pida disculpas por ofender a las mujeres en forma tan vulgar, cargada de ruindad y desprecio a su propio género, así lo determina la ley ante quien toda su vida nunca ha respetado lo que nos norma como gente civilizada y a la vida.


Aprovechando que AMLO rendirá su “Quinto Informe de Destrucción en Campeche”, sería parte del libreto apocalíptico que se la lleve a Palacio Nacional, para tener cerca a su principal ejecutora de todo lo más denigrante del ser humano en la “Odisea del Rey del Cash 2024”.


En muchos diálogos con el exgobernador José Ortiz Ávila, me platicaba el grado de lambisconería de su padre Carlos Sansores, que nunca conoció límites para mostrar la mayor indignidad con tal de disfrutar del poder.


Me confió muchos temas de la baja política campechana, pero principalmente sobre las características de su tres veces compadre Carlos Sansores Pérez:


“Lo que declaré al periodista Elías Chávez y a la revista Proceso, fue apenas una mínima parte de todo ese catálogo de zalamería del ‘Negro’ Sansores Pérez, siempre atento que mis cordones de los zapatos estuvieran bien amarrados y boleados, la cera de mi Cadillac bien aplicada y mi café molido reciente”.
“Cada vez que nacía alguna de sus hijas me suplicaba —casi con lágrimas en los ojos—, que fuera su padrino de bautismo, asegurándome haría muy feliz a toda la familia y sus espasmos sentimentales siempre parecieron patéticamente sinceros”.


“¡Tres veces les bauticé a sus descendientes, agobiado de tanta emoción a sus ruegos patéticos! Era un gran adulador engorroso de mi forma de vestir, de mi bigote, mis aviones, algunas veces hasta creí tendría otras ‘preferencias’, pero él sabía que nunca permitiría esos deslices por ser un auténtico hombre y adorador de la belleza femenina”.


Los Sansores —agregó junto a su tradicional copa de tequila y su cerveza clara—, son por naturaleza arrastrados sin la mínima vergüenza, corruptos sin límites y traidores sin importar sea de su propia sangre o especie.


Muchos me lo advirtieron —continuó—, pero su manera de adularme casi con lealtad de perro (disculpas a toda la especie canina por el ofensivo ejemplo), pero verlo tan dócil y zalamero me hacía pensar que era parte de esas intrigas políticas en torno a un gobernador en turno, pero además muy socorrido por la inescrupulosa forma de actuar de muchos ruines caballeros con categoría de complaciente y provechoso “honor vikingo”.


Y agregó: “Logré conocer el lado obscuro y negro de Carlos Sansores cuando lo ayudé a ser gobernador. Lo primero que hizo fue incorporar a su campaña a mis detractores como oradores, y cuando llegó a la gubernatura tratar de destruir mi legado en materia de infraestructura en todo el Estado, principalmente contra las dos universidades: Universidad Autónoma del Sudeste y Unacar, que por cierto los carmelitas defendieron con gran gallardía”.


“Fue un cobarde con las damas y no tuvo empacho en presumir sin recato en un discurso en la Concha Acústica, ser quien regaba las flores de varios de sus colaboradores sin honor, en alarde de cobardía y falta de respeto a las damas de la sociedad campechana”, sentenció.


Cuando fui integrado —quien escribe— por Carlos Sansores en su posterior etapa de vida, superado un pasaje de salud casi mortal, conocí a un hombre que quería resarcir los daños, abusos y grados de actuación para complacer su vanidad y también los caprichos enajenados de venganza pasional letal, cuando un hombre decide rehacer su vida con otra mujer por natural hastío de quien no merece la pena.
En mi libro “La hija del cacique negro” narraría parte de esta experiencia, cuando el proyecto se decidió fuera Laydita la “oportunista insurrecta” que posterior al crimen de Luis Donaldo Colosio sabía había perdido su nominación a la gubernatura, por imposición dentro del PRI.


Hoy nos debe quedar claro a todos los campechanos que Layda no puede ser diferente. ¡Es cuestión de su naturaleza!


La justicia tarda pero alcanza hasta la más “apapachada” de las impresentables damas que llegan a la ignominia por hacer carcajear la psicopatía del sentido común perdido en esta locura llamada 4Ty su falso apóstol de la anarquía.


¡Pobre Campeche! ¡Pobre México!

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