Catón
“Te invito a una orgía”. Esa desusada invitación le hizo a lord Highrump un amigo de su club. Milord quiso saber: “¿A qué hora se servirá el té?”. Respondió el invitante, extrañado: “En una orgía no se sirve té”. Ahora el que se sorprendió fue Highrump. Preguntó: “¿Entonces cuál es el propósito de la reunión?”… La tía de Pepito se jactó en la cena de su amor a la verdad. Manifestó con orgullo: “En toda mi vida sólo he dicho dos mentiras”. “Y con ésta tres” —acotó el precoz chiquillo… “Nuestro vecino tiene dos esposas —comentó Babalucas—. Es muégano”. “Bígamo, Baba; bígamo” —lo corrigió su señora… Doña Fecundina le contó a la trabajadora social: “Tuve ocho hijos. Dos con mi primer marido, dos con el segundo, y los otros cuatro yo solita”… Una mañana iba sor Bette manejando el pequeño coche de su congregación cuando un mozalbete que conducía un pesado vehículo se pasó el semáforo en rojo y dejó hecho acordeón el carrito de la religiosa. Por fortuna ella salió ilesa del percance. “Todo pare en hojalata”, solía decir mi padre en ocasiones semejantes. Bajó del auto la monjita y le dijo al imprudente jovenzuelo: “El sagrado hábito que visto me impide decirte alguna mala palabra, pero ojalá cuando tu madre tenga cachorritos me regale uno”… Hay quienes no vacilan en llegar a la abyección cuando se trata de mantenerse en la ubre. Una diputada de Morena dijo con todas sus letras en la Cámara: “Soy una perra de López Obrador y estoy aquí para defender la cuarta transformación como una perra”. Seguramente su canina adhesión será premiada, pues ofrece 100 por ciento de fidelidad al amo y cero por ciento de lealtad a México. No sólo una perra, sino toda una feroz jauría tiene a su servicio el caudillo de la 4T. La ha azuzado ya contra Xóchitl Gálvez, a quien hostiga con todos los medios a su alcance y seguirá acosando hasta el día de la elección presidencial. Bien sabe el tabasqueño que si la oposición llega al poder él podría ir a la cárcel, así de claras han sido sus violaciones a la ley, así de oscuros han sido sus manejos económicos. Le urge, pues, heredarle el trono y la corona a Sheinbaum, luego de haberle entregado ya el cetro o bastón de mando. Es una pena que la pobreza y la falta de educación de un gran número de mexicanos favorezcan las intenciones del demagogo que ocupa hoy la Presidencia y que busca seguirla detentando a través de quien se muestra ahora su incondicional ama de llaves. Aun en medio de los ladridos conservo viva la esperanza en un México mejor, sin pejes en el Palacio Nacional y sin canes en la Cámara Baja, que con especímenes así se vuelve ínfima… Moneta heredó de su padre una cuantiosa fortuna. De inmediato le salió un pretendiente, cierto labioso individuo llamado Bragueto. A este propósito recomiendo a mis cuatro lectores la película “The heiress”, “La heredera”, 1949, con Olivia de Havilland, Montgomery Clift y Ralph Richardson. Basado en un relato de Henry James, “Washington Square”, este film es una joya de la cinematografía, dirigida en manera magistral por William Wyler y con música nada menos que de Aaron Copland. Su extraordinaria actuación en esta película le valió a Olivia de Havilland el Oscar a la mejor actriz. Pero advierto que movido por mis aficiones de cinéfilo me he apartado del relato. Vuelvo a él. Moneta le dijo al tal Bragueto: “Pienso que me buscas sólo porque tengo dinero”. Todo lo contrario, linda —se defendió el untuoso galán—. Te busco porque yo no lo tengo”… “Soy una mujer decente —declaró la dama—. Quiero que lo hagamos con la luz apagada”. “Está bien —accedió él—. Cerraré la puerta del coche”. FIN.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
Al principio me levantaba de la cama, adormilado, a abrir la puerta. Creía que algún temprano visitante había llegado a la casa del Potrero y con los toques que me despertaron anunciaba su llegada.
Abría la puerta y no había nadie. Mohíno y enojado regresaba al lecho pero ya no podía regresar al sueño. Se repetían los toques día tras día. Por fin, en la penumbra del amanecer, descubrí al culpable. Era un pájaro carpintero que golpeaba rítmicamente con su pico el barrote de madera de La ventana.
Puntualmente llegaba el ave con su música de percusión. Ya no le guardaba rencor: el carpintero hacía su trabajo. Cuando yo usaba máquina de escribir nadie se molestó jamás por mi tecleo. Era parte de los ruidos cotidianos; era parte del ritmo de la vida.
Extraño ahora a aquel pájaro que madrugaba y me hacía madrugar. Quisiera que sus toques llamaran a mi puerta, para abrirla al mundo. Pero la casa está en silencio. El día aún no llega; la noche aún no se va.
¡Hasta mañana!…
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