Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores | Matrimonio en extinción

Catón

Antes de que acabe el siglo el matrimonio desaparecerá. De hecho ha entrado ya en vías de extinción, como lo muestra la tendencia de las parejas jóvenes a vivir en unión libre, y la mayor edad en que se casan quienes optan por oficializar su relación. Antes, el hombre y la mujer que vivían juntos sin haber pasado por el altar y el Registro Civil constituían un escándalo. Se les aplicaban nombres feos —”arrejuntados”, “amancebados”, “abarraganados”— y se les excluía del trato social. Ahora son cada vez más numerosos los que escogen convivir sin mediar lazos ni religiosos ni civiles. Muchos hay que ven en el matrimonio algo tan obsoleto como el corsé, y con sus mismas ataduras y apreturas. Piensan en las complicaciones de todo orden, en las penalidades e incluso sufrimientos que el divorcio trae consigo, y si su arreglo no funciona se separan y despiden casi siempre con un simple “adiós y que te vaya bien”. Así las cosas el matrimonio, considerado en otro tiempo fundamento único de la familia y cimiento de la sociedad, correrá la misma suerte de otras instituciones que otrora fueron vistas como necesarias y que ahora son objeto de condena, como la esclavitud, dicho sea sin ánimo de comparación. Voy más allá: también las uniones monogámicas desaparecerán, y las relaciones sexuales serán de todos con todas, y viceversa. El hombre y la mujer son naturalmente polígamos. Si Dios o la naturaleza hubiesen querido que la criatura humana fuese monógama, le habrían puesto al hombre un pene como una llave, y a la mujer una vagina como una cerradura, de modo que a cada cerradura correspondiera sólo una llave. Claro que no faltarían cabrones que pedirían tener llave maestra, pero seguramente su injusta solicitud sería rechazada. Sucede, sin embargo, que todas las llaves pueden entrar en todas las cerraduras. De ahí otras instituciones sociales, como el adulterio y la infidelidad. ¿Por qué, entonces, el matrimonio? Contrariamente a lo que podría pensarse, la monogamia es más fecunda en hijos que la poligamia. Ningún hombre querrá hacerse cargo del hijo de la mujer que ha tenido trato con varios hombres, pues no sabrá si el hijo es suyo. La mujer recurrirá por tanto a todos los medios anticonceptivos a su alcance para evitar el embarazo. En cambio, la prole de la mujer casada tendrá en el marido un padre protector. Las sociedades antiguas procuraban ser prolíficas para poder enfrentar con ventaja a otras sociedades. Así surgió el matrimonio. Ahora la sobrepoblación del mundo requiere la limitación en el número de hijos. El matrimonio, entonces, se vuelve un peligro para el planeta. El hecho de tener menos hijos se verá como cosa favorable al medio ambiente, lo mismo que las uniones libres, las cuales tienden a evitar la natalidad. Quienes llevaron a cabo en el pasado prácticas como el wife swapping o el open marriage serán vistos como pioneros de un valeroso esfuerzo en pro de la salvación del mundo. Extinto el matrimonio, natural productor de hijos, y con las parejas evitando tener prole, las relaciones sexuales serán generalizadas, y por tanto infecundas. Así se disipará el peligro de la explosión demográfica. No dudo que las orgías llegarán a ser consideradas ecológicas. Esta larga tirada me sirve de prefación o introito para narrar el caso del señor a quien un amigo invitó a una estancia en un hotel de playa en el cual los participantes compartirían sus esposas. Al hombre le pareció interesante esa experiencia erótica y fue al viaje con su mujer. De regreso habló de sus impresiones con el amigo: Le preguntó éste asombrado: “¿Qué tú llevaste a tu verdadera esposa?”. FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

La lluvia cayó al principio como un fortissimo de Wagner, y luego se deslizó mansa y suave como un pianissimo de Debussy.
Duró horas. ¿Desde cuándo no llovía así? Desde el principio del mundo, piensan los rencorosos al evocar, hoscos, la sequía que nos asoló durante meses. Don Abundio es otra cosa. Le preguntaba yo con la necedad del que no sabe esperar y por lo tanto desespera:
—¿Volverá a llover alguna vez?
Me respondía el sabio viejo:
—Siempre ha vuelto a llover.
Cuando llueve como ayer llovió la tierra se pinta de negro y las almas de blanco. Después el paisaje se pondrá verde, el color que —dicen— tiene la esperanza, Las cabras, ariscas antes, recibirán al chivo, pues saben que ahora sí habrá yerba para ellas y leche para sus crías.
Los hombres ya no maldicen, y las mujeres recitan otra vez sus bendiciones.
Todo está bien.
Existe Dios.
¡Hasta mañana!…

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