En una emisión de su “Martes de Jaguar”, luego de que calificó a su director de Cultura, Esteban Hinojosa Rebolledo, y a su “comadrita”, el homosexual de clóset Juan Manuel Herrera Real como “los más barberos”, la llorona gobernadora Layda Sansores confesó que a ella le encanta que la halaguen, que le prodiguen lisonjas y que la alaben, “aunque no sea verdad lo que digan”.
Y ese ha sido el requisito para que puedan ascender en su ”equipo” de Gobierno. Quienes más le suelten incienso, más le muestren servilismo, lambisconería y sumisión, esos son los que la rodean en su círculo más cercano. Es su gente de confianza, y los que, junto con ella, tienen derecho a depredar sin piedad el presupuesto público.
Caso contrario sucede con quienes se atreven a llevarle la contraria. A cuestionar sus decisiones, a señalar sus errores o a criticar públicamente las aberraciones en que incurre. Por eso es larga la lista de periodistas demandados por delitos de odio, daño moral, calumnia, difamación o violencia política en razón de género.
Y un ejemplo de estas arbitrarias y caprichosas veleidades de su avejentado corazón lo protagonizan en estos momentos los periodistas capitalinos Álvaro Delgado Gómez y Alejandro Páez Varela, conductores de un programa que se transmite en la red digital llamado “Los Periodistas”. Ellos fueron en su momento “valientes y patriotas”, a criterio de la anciana gobernadora de Campeche, siempre y cuando validaran sus acciones y la adularan.
Pero cuando, como todo el país entero, se atrevieron a cuestionar la designación de Jorge Luis Lavalle Maury en un Gobierno de la 4T, a pesar de su pasado “prianista” y de sus antecedentes penales y de corrupción, Sansores San Román les volteó la tortilla, y ahora ambos comunicadores son misóginos, calumniadores, y “deberían irse a la derecha”. No dudamos que vaya a iniciar algún recurso legal en su contra. Es su modus operandi.
Del bando contrario están aquellos que le acrecientan su egocéntrica vanidad. Los que, sin un asomo de autocrítica, validan sus aberraciones y absurdas decisiones. Y vaya que la lista es tan larga, como los que integran su gabinete. Pero citemos a algunos, como el presidente del Congreso, el arrastrado Antonio Jiménez. Su director de Comunicación, el corrupto prestanombre Walther (con h) Patrón Bacab, y su secretario de Desarrollo Agropecuario, Ramón Gabriel Ochoa Peña.
También su “asesor jurídico” y representante de la comunidad LGBTY+ en el gabinete, Juan Pedro Alcudia Vázquez, su chayotera comadrita Juan Manuel Herrera Real, y claro, su director de Cultura, Esteban Hinojosa Rebolledo, quien se hizo del cargo luego de traicionar a Eutimio Sosa, quien le cedió un espacio en esa institución a pesar de su pasado antiobradorista (a quien ahora por cierto, le lame las suelas y defiende con falsa pasión).
Fue este jovencito, Esteban Hinojosa Rebolledo, el que le ha construido el monumento verbal más rastrero y chupeta a la nefasta e incompetente gobernadora Layda Elena Sansores San Román.
Postrado en la posición sumisa más lambiscona que pudiera haber, el de ascendencia champotonera dijo que Layda Sansores es un “faro de moralidad” para el movimiento de la cuarta transformación. Putísima instalación. Defendió su trayectoria, calificándola como “impecable y amorosa” (ASRPM) y a punto del paroxismo y del orgasmo mental, previo al derrame cerebral, sostuvo que cualquier decisión de la gobernadora debe ser respaldada, incluso si involucra figuras polémicas como el exsenador Jorge Luis Lavalle. “Si Layda considera que puede estar en el movimiento, lo tenemos que aceptar”. ¿Puede haber mayor muestra de chupetería e inmoralidad?
Luego de ese acto de felación pública, y tras percatarse del escándalo protagonizado por sus ridículas palabras, no le quedó más que cerrar con que “si nos dicen paleros, que nos digan lo que quieran”. Olvida que quien le dijo públicamente que es el más barbero, fue precisamente su faro de moralidad, la corrupta gobernadora Layda Sansores.
Deleznable, sin duda alguna, la actitud del “director de Cultura”, Esteban Hinojosa Rebolledo. Pésimo ejemplo para las nuevas generaciones que quisieran tomarlo como modelo de superación, pues la conducta a desarrollar no será la de tener una mente abierta, universal, crítica y objetiva, cual corresponde al de una persona “con cultura”, sino la abyección, el rastrerismo y la lambisconería como herramientas para obtener los favores del jefe (a) para ascender en el servicio público.
No debería extrañarnos que el legado de la perversa gobernadora Sansores sea dejarnos funcionarios descerebrados y aduladores. Pues así ha sido su conducta, y nos la demostró muchas veces cuando se postraba ante el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, para vomitar a sus pies toda suerte de adulaciones floridas, pero —se insiste— vomitivas. Y ya sabemos que ella heredó esos genes de su corrupto progenitor.
Pero no es Layda Elena ningún “faro de la moralidad”, sino por lo contrario, un monumento a la corrupción, la impunidad, el latrocinio, la inmoralidad, la hipocresía, la traición, la vanidad, la soberbia, la frivolidad, el cinismo, la desvergüenza y la mentira. Es antítesis de todo aquello que prometía la mentada “cuarta transformación”. Es decepción creciente para quienes creyeron en ella y es factor que, tarde o temprano, propiciará por su mal ejemplo y pésimo desempeño, que se descarrile ese tren cuatroteísta que, para colmo, sigue sin dar resultados.
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