En pleno apogeo de las campañas locales para la elección de diputados, alcaldes y presidentes de juntas municipales, han empezado a aflorar algunas muestras del enorme malestar social que prevalece entre los campechanos, lo que se traduce en rechazo, y en ocasiones abierta agresión contra los abanderados del partido en que milita la gobernadora Layda Elena Sansores San Román.
Una de las primeras agresiones ocurrió en la colonia Polvorín, donde unas familias “corretearon” a los brigadistas de la candidata morenista a la Alcaldía, Jamile Moguel, con gritos de “fuera Layda”, “fuera Jamile”, “fuera Morena”.
Según la “heroína del amor”, sus brigadistas fueron agredidos a pedradas, pero no mostró evidencias. Lo que sí se vio en redes sociales fue el momento en que las familias gritaban consignas contra la gobernadora, su candidata y su partido.
Lo más fácil para la señora Moguel fue culpar a Movimiento Ciudadano. Acusó que quienes “lanzaron piedras” son de MOCI, como si junto con las pedradas también arrojaron sus credenciales de militantes de ese partido.
La realidad es que el hartazgo ciudadano ha llegado a un clima de malestar social, de coraje popular contra todo lo que huela a Layda Elena Sansores San Román. La aborrecen, la repudian, la odian, la insultan. Lo que desean es que se largue.
Pero es preciso señalar que la totalidad de la culpa de ese creciente repudio popular en su contra es atribuible a la propia gobernadora. No sólo por esa campaña de infamias y calumnias que ha lanzado contra el pueblo que respalda a los policías, sino simplemente porque no se ha dedicado a trabajar, a gobernar, pues.
Layda Elena está comprobando en estos momentos que de nada sirvieron ni las “posadas del jaguar”, ni las “caravanas del jaguar”, ni el “baile de año nuevo del jaguar” o el “paseo de reyes del jaguar” en que rifó motocicletas y entregó otras dádivas a la gente de escasos recursos. No se ganó el cariño de la gente. Vaya, ni el respeto obtuvo en correspondencia por ese derroche del presupuesto, que es desviado.
Por el contrario, sus constantes yerros y sus frecuentes tropiezos, le han agenciado el repudio generalizado de la sociedad, y quienes están pagando las consecuencias son los candidatos guindas, que, en donde se paran, cosechan la mala vibra que Layda les ha heredado.
Así que de nada sirve culpar a MOCI o a otro partido de ese malestar social. Es culpa exclusiva de la gobernadora, y bien harían en recomendarle que se calle en lo que resta de la campaña.
Que ahora sí se vaya a vacacionar donde se le pegue la gana, para ver si amaina el repudio popular y pueden aspirar a no ser arrasados en las próximas elecciones.
Inténtenlo, algo pueden ganar. Y en caso contrario, perder todo, o casi todo.
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