Las campañas difamatorias de la Tía Rata contra sus opositores le han resultado contraproducentes. A sus adversarios políticos los ha catapultado, y a los candidatos de su partido los hunde…
—“Alguien debe decirle al Tarado sin Cerebro, el titiritero mayor, que le ordene a la Tía Rata que cierre la bocota. Que suspenda por dos semanas su “Martes de la Rata” y que se vaya de vacaciones. Le haría un favor a nuestro bello Estado, a su partido y sobre todo a sus candidatos” sugiere con sarcasmo doña Chela, mientras bebe en el Parque Principal un agua de coco para mitigar “la calor”.
Con el gaznate remojado y repuesto, la burócrata jubilada añade: “La hija del corrupto Sátrapa Negro se ha convertido en la principal propagandista de todos los candidatos de oposición. Cuando habla de ellos, los levanta, les da energías, hace que la gente los apoye más”.
Coincide totalmente el lustrador de zapatos don Memín: “Tiene usted toda la razón —señala—, pues todo el veneno que le ha echado a la alcaldesa con licencia, la bella Bibiana, ha servido para que la gente la respalde más. Cada difamación la fortalece, y cada calumnia la hace víctima, por lo que de inmediato es arropada por el pueblo”.
“Está sucediendo algo similar —continuó—con lo que le hicieron al exalcalde a quien llaman “El Prófugo”, ya que todo el estiércol que le lanzaba Alito en su momento, le ayudó a crecer electoralmente, y pudo ganar la Alcaldía y después estuvo a punto de ser gobernador…”.
Don Julián interviene de inmediato con sus preguntas tenebrosas: “¿Y saben qué tienen en común la loca de Palacio y Alito? —Nadie responde, por lo que añade, ¡tienen al mismo asesor de cabecera!
No olvidemos que el Tarado sin Cerebro —drogadicto incorregible— fue el principal lambiscón rastrero del exgobernador, y hoy es el mismo que le sirve de tapete a la Tía Rata. Pudiéramos creer que fue el poder tras el trono de ambos, pero la verdad es que no, su capacidad no da para eso, lo que pasa es que tanto el “innombrable” como la heredera de las corrupciones del Negro también tienen en común la soberbia y la falta de sentido común…”.
“De cualquier forma —insiste— estoy de acuerdo en que la ratera mayor de este sexenio debería irse de vacaciones. Ahora sí se lo pide el pueblo: que se largue a otra parte a cometer sus ridiculeces y torpezas y que deje a los habitantes de esta bella tierra en paz. Si renuncia o pide licencia sería lo mejor, pero creemos que eso sucederá antes de su Cuarto Informe, cuando el pueblo participe en la revocación de mandato que ordenará su destitución”.
Todos los asistentes a la charla vespertina respaldan el pronunciamiento de don Julián. Coinciden plenamente en que la anciana señora, su hermanita, su querida comandanta y su sobrinito deben irse, y están convencidos de que con un Congreso del Estado autónomo, con diputados que sí sirvan verdaderamente al pueblo, los días de la Tía Rata están contados… Ni duda queda.
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