Everardo Moreno Cruz
Me encantaría escribir convencido sobre otras tres íes que a mi entender arroparan el comportamiento presidencial. No puedo hacerlo, lo que es lamentable para nuestro gran país. La forma en la que gobierna y cómo se comporta el Presidente, no me lo permiten.
El pasado 15 de septiembre, día de la tradicional ceremonia del “Grito” que a todos los mexicanos nos emociona, congregó en el Zócalo a quienes con entusiasmo corean las expresiones presidenciales.
Fiesta que se ve animada por conjuntos musicales que alegran al público y que concluye con los juegos pirotécnicos que iluminan el cielo.
Ahora fue diferente. El salón por el que caminó el Presidente acompañado por su esposa, al parecer estaba vacío, o al menos las cámaras a nadie más enfocaban.
Al salir al balcón a pronunciar los vítores tradicionales, tuvo incongruencias notables. Como si fuera el día de San Valentín, vitoreó al amor. El público generoso, como lo es, lo acompañó en su proclama; ahí mismo, como si estuviera dirigiéndose en un púlpito de alguna religión, afirmó con voz fuerte: “muera la avaricia”. Como en ocasiones el sonido es poco claro, y la tradición es que se digan vivas y no mueras, la gente prefirió decir “que viva la avaricia”. Con seguridad, los aspiracionistas lo dijeron más fuerte.
Las incongruencias siguieron, después de vitorear al amor y la libertad. El día 16 miramos desfilar al Ejército ruso que ha invadido inmisericorde y alevosamente a Ucrania; también marcharon frente al balcón los soldados del dictador Ortega, que tiránicamente gobierna a los nicaragüenses.
Estaba ahí materializada una ilegalidad, él solo, acompañado únicamente de militares y su gabinete, presidió el desfile. Los titulares de los otros poderes estuvieron ausentes.
Y menciono ahora otra “i”. Con una ignorancia que preocupa, en una reciente conferencia mañanera afirmó que la extradición de Ovidio Guzmán estaba apegada a Derecho. Sé que no es abogado, pero alguien debió haberle dicho que tenía 30 días para que esa orden se pudiera ejecutar, en virtud de que disponía de la posibilidad de ampararse en contra de esa resolución.
Es imprudente, y eso tratado con generosidad, que haga la inauguración de un acueducto en Monterrey, y el gobernador después de oprimir el botón que lo haría funcionar, como si estuviera terminado, reciba aplausos junto con el Presidente.
Es injusto el trato cotidiano que desde la tribuna de Palacio les da a los integrantes del Poder Judicial sólo porque, afortunadamente, se han opuesto a muchas de sus ilegales ocurrencias. Expreso mi testimonio de admiración y aprecio a los integrantes de ese poder que saben cumplir su elevada tarea de respetar el orden jurídico.
Incongruente de la misma manera, firmar en la República de Chile un documento que habla de respetar la democracia y el orden jurídico, cuando desde hace mucho tiempo ha hecho caso omiso de las órdenes de las autoridades electorales e interviene imprudentemente en el desarrollo del proceso electoral.
Es por eso que he hablado que esa vocal preside muchos de los actos presidenciales. Su Gobierno, lo recordaremos de esa manera, con un desprecio a las instituciones y una falta de respeto a los principios que han regido la vida de México. Eso no es transformación, es destrucción, y hace presente la ineptitud para gobernar.
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