María Elena Morera (*)
El pasado sábado en el desfile del 16 de septiembre se conmemoraron 213 años del inicio de la Independencia y el bicentenario de la fundación del Heroico Colegio Militar. El Gral. Luis Cresencio Sandoval, llamó a fortalecer la unidad nacional y refrendo su absoluta lealtad al pueblo de México. Por cierto, declaraciones mucho más apegadas al papel que debe jugar el Ejército, y no a lo que dijo en su discurso del 20 de noviembre de 2021, donde llamó a la lealtad hacia el proyecto de López Obrador.
Dentro de su discurso, se refirió a la lealtad del Heroico Colegio Militar, “para formar a los líderes llamados a dirigir la defensa de la integridad y la soberanía nacional”. Al escucharlo, recordé una charla con un alto mando de las Fuerzas Armadas hace unos años. Ante mi preocupación sobre lo que pensaba la tropa de entrar a una institución militar y hacer labores de policías, me respondió tajante “la tropa no está para pensar, está para obedecer”.
Sin duda del Colegio han egresado militares leales y disciplinados, sin embargo, otros jóvenes han desertado por el distanciamiento familiar, el encierro, la falta de vocación y el abuso por parte de compañeros de grados superiores o por el mismo personal que trabaja en este plantel. Estas prácticas supuestamente disciplinarias han influido en los altos índices de deserción y en militares violentos.
La disciplina es una condición esencial para la existencia de toda fuerza militar en cualquier lugar del mundo, pero el abuso es injustificable. Como nos lo han hecho saber algunos jóvenes, hombres y mujeres que han desertado, las prácticas ilegales y el abuso sexual contra las mujeres está presente desde su formación; y aun cuando el Reglamento Militar prohíbe toda extralimitación por parte del superior hacia sus subalternos, en la práctica no se cumple.
Los cadetes al igual que los y las militares en el cuartel pueden denunciar el abuso y la corrupción, pero afirman que el proceso es muy tardado y mientras tanto deben permanecer en el lugar donde ocurrieron los hechos; además en el mejor de los supuestos de salir victorioso, su futuro estará lleno de obstáculos. Represalias como cambios constantes de adscripción o jornadas laborales excesivas, son algunas de las razones que los obligan a permanecer en silencio.
Al graduarse como Oficiales de Arma llevan su transformación física, emocional y psicológica como profesionales en el arte de la guerra a los cuarteles del Ejército. Cumplirán con el deber de obediencia y subordinación, y adoctrinarán bajo el mismo sistema a la tropa bajo su mando, con el sello de “la tropa no está para pensar, está para obedecer”. Y además miles de ellos ahora trabajan en seguridad pública y en otras funciones donde la formación militar no es la adecuada.
Por todo esto me llamó la atención ver la película Heroico, del cineasta David Zonana. Galardonada en distintos festivales de cine y que ahora se exhibe en cientos de salas en el país. Aprovechemos la cinta como detonador del urgente diálogo que requerimos con las Fuerzas Armadas, entender su función y que ellos comprendan nuestras válidas preocupaciones.
La cinta exhibe la cruda realidad de jóvenes mexicanos en pobreza, la falta de movilidad social y un sistema de salud quebrado (no es responsabilidad de las FA), que obliga a muchos jóvenes sin vocación a ingresar al Colegio Militar. También muestra la disciplina estricta que no es para todos y retrata los abusos y la corrupción. Ante esto, unos desertan y otros se gradúan, pero usan las mismas técnicas violentas con su tropa.
Debemos cuestionar que formen militares violando sus derechos o no nos quejemos que violen los nuestros.
(*) Presidenta de Causa en Común.
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