Mario Melgar Adalid
Nadie escoge a sus parientes políticos como nadie escoge a los parientes de los políticos. Ni las esposas, ni las hermanas, ni los hijos o hijas, ni las o los amantes de los que buscan cargo aparecen en las boletas electorales. No obstante, es una constante que los parientes se la crean, que actúen como si estuvieran investidos del poder que dan las urnas.
Los ejemplos abruman, por ahora sólo recordar las hazañas de la compañera María Esther, de la señora López Portillo o de Martha Sahagún y sus pimpollos. En los tiempos que corren, Jaqueline Malinali, la hermana incomoda de Xóchitl Gálvez, acusada de secuestro que lleva años recluida, empieza a convertirse en el quitarrisa del Frente Opositor.
En Estados Unidos, donde uno pensaría que su acrisolado sistema político tiene blindada la actuación ilegal de parientes incómodos de los presidentes, la candidatura de Biden para reelegirse se tambalea por la persecución judicial de que es objeto su hijo Hunter Biden. Desde hace cinco años, a iniciativa de Trump presidente para desacreditar al candidato Joe Biden, se inició una investigación que todavía no puede concluir en contra del hijo incómodo.
Hunter Biden es todo un personaje. Hace diez años, desde que su papá estaba en campaña para ser vicepresidente con Obama, entró en tratos internacionales con interesados en tener influencia en el Gobierno de Estados Unidos. Conforme al New York Times, Burisma, una compañía ucraniana dedicada a la energía incluyó a Biden hijo en su junta directiva para demostrar que es una empresa pro occidental. Un magnate chino entró en sociedad con Hunter, que obtuvo por ello 800 mil dólares en 2013 y un millón 200 mil dólares en 2014.
Hunter Biden independientemente de ser un abogado formado en la prestigiosa Universidad de Yale, es un cotizado pintor cuyos cuadros alcanzan hasta medio millón de dólares. Recientemente se vio acosado por la madre de una niña suya que no quería reconocer la que pidió de indemnización cuatro de sus cuadros. Este escandalito (en diminutivo porque hay otros más grandes) terminó con una fotografía de su papá y del presidente Biden con su nieta a la que ni padre ni abuelo conocieron hasta años después de nacida.
El juicio de Hunter Biden es el antídoto que los republicanos utilizan para desviar el eventual descrédito que tienen para su causa las acusaciones y juicios pendientes de Donald Trump. Los demócratas argumentan que Hunter Biden es un ciudadano privado, mientras Trump un expresidente candidato a reelegirse. El hijo incómodo del presidente Biden llegó a un trato con la justicia: aceptó declararse culpable en cargos menores, como no haber pagado impuestos millonarios por sus operaciones internacionales y por haber violado reglamentos del uso y posesión de armas a cambio de concluir con la investigación.
El presidente Biden y su esposa, según la vocera de la Casa Blanca, dicen que aman entrañablemente a su hijo en esta etapa en que reconstruye su vida. No obstante, es altamente probable que cuando lleguen los debates vendrá la pregunta acusadora: ¿Será que Biden papá se benefició personalmente con los tratos de sus hijos con chinos y ucranianos?
Llama la atención que Hunter Biden cambió de abogado y quien lo defiende ahora es Abbe Lowell, un veterano abogado que ha tenido entre sus clientes nada menos que a otros parientes incómodos como Jared Kushner, el yerno de Trump que tanta influencia tuvo en el Gobierno de Peña Nieto.
Ningún político es responsable de las actuaciones de sus parientes, pero está cuesta arriba votar al padre de un corrupto o a la hermana de una presunta secuestradora. En México, con todo y hermana incómoda, Xóchitl es la mejor candidata que pudo encontrar la oposición.
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