No se esperan tres años diferentes a los que hemos padecido los campechanos desde aquél 15 de septiembre de 2021, en que asumió el poder. No habrá resultados…
A escasos días de que la insensible e inhumana Layda Elena Sansores San Román entregue al Congreso del Estado su Tercer Informe de Gobierno, su posición en el ranking de gobernadores del país sigue en declive. Está entre las cuatro peores administraciones estatales, si evaluamos sus nulos resultados en economía, seguridad, salud, educación, combate a la pobreza y la corrupción, etcétera.
La inepta y prepotente mandataria campechana llegará a la mitad de su Gobierno sin haber entregado alguna sola obra levantada con recursos estatales. No hay programas sociales de combate a la pobreza o de atención a los grupos vulnerables, fuera de los que ya existían en esas administraciones a las que ella ha calificado como de la corrupción.
Ha sido desde el inicio un sexenio fallido y los constantes yerros, los frecuentes tropiezos, sus recurrentes enfrentamientos con diversos sectores de la sociedad, la han convertido también en una de las peores gobernadoras del país, junto con Evelyn Salgado, de Guerrero, que se enfila a suceder al morelense Cuauhtémoc Blanco, como el “más peor” de entre los peores.
Esto tiene que ver con la decisión de sus lacayos legisladores locales de Morena y sus aliados, para no aprobar la Ley de Revocación de Mandato para su aplicación inmediata en territorio estatal. Sabe que si el pueblo se organiza y se convoca a la consulta pública, sus índices de aprobación y la evaluación de su desempeño que se observa en las encuestas, se van a reflejar también en los resultados, y es altamente probable que entre el 70 y el 80 por ciento de los ciudadanos le pidamos que se vaya.
Cualquier político con una mediana capacidad de adaptación o un coeficiente intelectual promedio, tomaría esas lecturas para tratar de enmendar el rumbo, para corregir los errores, o al menos, para dedicarle más tiempo a la tarea de gobernar. Pero Layda Elena no es de esas personas. En ella la soberbia, el rencor, el deseo de venganza, el autoritarismo y la cerrazón, le impiden aprender de sus errores y corregir sus fallas.
Así que no se esperan tres años diferentes a los que hemos padecido los campechanos desde aquel 15 de septiembre de 2021, en que asumió el poder. No habrá resultados, ni atracción de inversiones, ni generación de empleos, ni obra pública, ni programas sociales. Continuaremos en la inercia que le heredaron las administraciones estatales anteriores, pero sin implantar su sello personal para que la historia pueda juzgarla con más benevolencia.
Bien dicen que no hay que pedirle peras al olmo, y ya sabemos que chango viejo no aprende maroma nueva.
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