Catón
“Todas las noches mi marido lo hace de perrito”. Esa declaración de doña Gerinelda sorprendió a las señoras del club de costura. “Sí —continuó ella—. Se tira en la cama panza arriba y hace el muertito”… Ahora resulta que la cuarta transformación no tiene transformadores. Los hay en el mercado, pero al parecer la CFE no puede pagarlos, pues todos los recursos que capta la Federación, vale decir los impuestos que pagamos los ciudadanos, son devorados por las obras icónicas del régimen (sin contar las conferencias mañaneras): el Aeropuerto Internacional (je je) de Santa Lucía; la refinería de Dos Bocas, que muchas más de dos ha tenido para tragar dineros; el antiecológico y antieconómico Tren Maya; elefantes blancos que muy negros han salido en lo que atañe a costo y posible utilidad. De esa falta de equipo, y de otras carencias similares, derivan los apagones que se suceden en numerosas ciudades del país, y que en los días de calor extremo que han padecido sus habitantes cobran dimensiones de catástrofe. Manuel Bartlett, uno de los más cuestionados integrantes del gabinete de AMLO, está aportando a la administración un 100 por ciento de fidelidad y un cero por ciento de eficiencia. Se le siguen cayendo los sistemas, después del primero que se le cayó y que lo tiene confinado ya en la parte más deleznable de la moderna historia mexicana. Hoy por hoy, con eso de los apagones, Bartlett también se encuentra en la parte más oscura. Las fallas en el ramo de la electricidad se suman a los yerros en materia de seguridad, salud, educación, empleo, relaciones internacionales y más etcéteras que los que en esta página cabrían. Malos gobiernos hemos padecido, pero ninguno tan deficiente e ineficiente como el actual. La popularidad de López, la calificación que ostenta, no derivan de su buen desempeño como gobernante, sino de su dadivoso populismo, su habilísima demagogia y sus notables aptitudes para el engaño y la simulación, todo lo cual halla terreno fértil en un pueblo mayoritariamente ineducado y pobre. Alguna vez hablé del profesor que hacía en su clase la descripción del plomo: “Es un metal pesado, oscuro y venenoso”. Añadía seguidamente: “Y no es que yo hable mal del plomo; es que el plomo así es”. Pues bien: no es que hable yo mal del régimen; es que el régimen así es… El padre Antíoco fue a la consulta de un doctor. Se sentía abatido, cansado, enfebrecido, fatigado, desvaído y escuchimizado. Tras una larga serie de análisis, exámenes y pruebas clínicas diversas le indicó el facultativo: “Padece usted el mal que llamamos surmenage, término francés que significa agotamiento por exceso de trabajo. Precisamente acabo de atender a un terrorista con el mismo problema, y le recomendé que cuando mucho tire una bomba al mes hasta su completa recuperación. A usted le aconsejo que se vaya a una playa de moda; vista ropa de verano y disfrute todos los placeres mundanales que la ocasión le ofrezca, sobre todo en lo relativo al sexo. No ignoro que eso va contra sus votos, pero si no se olvida de ellos por un tiempo corre el riesgo de perder la razón, y aun la vida”. El presbítero atendió la sugerencia. Fue a un hotel de playa; vistió ropa de vacacionista y acudió al lobby bar del hotel. Entabló conversación con una dama de buen ver a la que después de varias copas invitó a su habitación. Ahí tanto él como ella se quitaron los lentes negros que llevaban. “¡Madre Perla!” —exclamó él al reconocer a una monja de su pueblo. “¡Padre Antíoco!” —profirió la reverenda. Y añadió luego: “Parece que los dos fuimos con el mismo doctor”. FIN.
Índice de desempleo
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
En mi vida he vivido en muchas partes antes de reposar en ésta.
La lectura de Moby Dick me llevó a New Bedford, Massachusetts, que por muchos años fue el mayor puerto de barcos balleneros en el mundo. Ahí estuve en el Standard-Times, el periódico local, bajo la guía de su editor Elmer Rodrigues, así, con ese y sin acento. Eso se explica porque una gran cantidad de portugueses, insignes navegantes, hicieron de New Bedford su hogar definitivo.
Conservo un grato recuerdo gastronómico: el clam chowder de un pequeño restorán, el “Yankee Clipper”, platillo capaz de calentar al polo norte. Era una sopa espesa de almejas que llevaba cebolla, pedazos de papa y apio. Con ella me quitaba los fríos atlánticos que en diciembre congelaban el antiguo y legendario puerto.
Siento nostalgia de mis nostalgias. Me pregunto si existe aún el “Yankee Clipper”. Me pregunto si Elmer Rodrigues vive todavía. Me pregunto si se sigue publicando el New Bedford Standard-Times. En mi memoria todos están; todos siguen siendo. Recordar los recuerdos nos salva del olvido, esa otra forma de la muerte.
¡Hasta mañana!…
Manganitas
AFA
«…Apagones…».
Parece que ya no hay mando
frente a la CFE.
Quizá es que la 4T
de plano se está apagando.
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