Catón
El ingeniero José María Fraustro Siller, alcalde de mi ciudad, Saltillo, es un hombre de cultura. Rector por dos periodos de la Universidad Autónoma de Coahuila, bajo su guía esa Casa de Estudios, mi Alma Mater, alcanzó prestigio nacional e internacional. Subsecretario de Educación Pública, llevó a cabo una notable tarea administrativa como eficiente colaborador del doctor Reyes Tamez Guerra. Representante popular y funcionario, su trayectoria de muchos años ha sido de servicio constante a la comunidad nacional, de Coahuila y Saltillo. Alcalde ahora de su ciudad natal, está realizando una encomiable labor de beneficio general. Recientemente entregó una obra que es ya motivo de orgullo para los saltillenses: el Paseo Capital, en pleno corazón citadino. Quien recorra esa vía peatonal pasará por la antigua casona donde Juárez vivió con su familia durante el tiempo que la población lo acogió con brazos y corazón abiertos. Pasará también por la hermosa Catedral, al mismo tiempo esbelta y recia; por el elegante Casino saltillense, de traza aristocrática y prestigiosa tradición; por las fincas solariegas donde en el siglo dieciséis moraron los fundadores de la Villa de Santiago del Saltillo, frente a la Plaza de Armas en la que aquellos soldados labradores pasaban revista cada mañana, espada en mano, para mostrar que estaban prestos para defender a la naciente población ante las constantes acometidas de aquellos “bravos bárbaros gallardos”, los irreductibles aborígenes que merodeaban por las cercanas serranías. Quien pasee por el paseo pasará igualmente —¿cómo dejar pasar esa memoria?— por al sitio en el cual estuvo el Jockey Club, cantina de postín cuyos parroquianos oían respetuosos al conjunto de cuerdas del local, que no se abajaba a interpretar la música de moda —la de Lara, la de Curiel, la de Arcaraz—, pues en su repertorio tenía las oberturas “Guillermo Tell” y “Poeta y campesino”, y la música de los Strauss, de Lehár y Offenbach. Luego el paseante pasará por el Palacio de Gobierno, con murales en los que el gran pincel de Tarazona plasmó escenas de la vida cotidiana saltillera. (Advierto ahora que dediqué más renglones al Jockey Club que al Recinto de Juárez, a las casas de los fundadores, al Casino, a la Plaza de Armas, la Catedral y el Palacio de Gobierno. La cabra tira al monte, dicen). Ayer el alcalde Fraustro Siller presidió un homenaje dedicado a Marco Antonio Aguirre Perales, quien como voz y poeta de la Rondalla de Saltillo proyectó el nombre de la ciudad a todo México y más allá de nuestras fronteras. Hombre generoso, de extraordinaria elocuencia y fina sensibilidad, Marco ha dado a su prójimo lo mejor de su talento de artista y de su noble calidad humana. Al reconocer los méritos del homenajeado el alcalde dijo que a personas como él se debe que Saltillo tenga la fama de ciudad de cultura que la caracteriza. Me alegró particularmente el reconocimiento a Marco, pues fui compañero suyo de micrófonos cuando los dos empezábamos apenas nuestra andadura de juglares, ese constante andar que nos ha llevado a tantas partes del país, tan bellas y tan hospitalarias. Agradezco a Chema Fraustro, jefe de la Comuna saltillense, y a Lety Rodarte, su eficiente directora de Cultura, el haber enaltecido la vida y la obra de Marco Antonio Aguirre Perales, gran voz, corazón grande, que tanta nombradía ha dado a Saltillo. Doy las gracias también a mi preciosa hija Luly por llevar a Radio Concierto los recuerdos de Marco y su familia. Y que no se me olvide dar las gracias también a todos ellos por haberme dado la invaluable oportunidad de no hablar hoy de política. FIN.
Manganitas
AFA
“…Se enfrenta a Morena el excanciller Ebrard…”.
Inteligente el señor,
se da cuenta en forma plena
que no se enfrenta a Morena,
sino a López Obrador.
“… Demasiado sexo en las películas…”.
Si vas al cine verás
que el sexo, en efecto, se halla
con exceso en la pantalla
(pero en las butacas más).
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
El obispo de cierta diócesis visitó el convento de cierta orden de religiosas.
Al entrar resbaló en el zaguán de la casa conventual y dio con sus episcopales posaderas en el suelo, donde quedó todo molido y quebrantado.
La madre superiora se azaró. Llena de confusión trató de pedir una disculpa al dignatario:
—Perdone Su Excelencia —le dijo aturrullada—. Es que enceramos el piso con cera virgen.
—¡Joder! —profirió el dignatario con olvido de su dignidad—. ¡Si lo hubieran encerado con cera puta me habría matado!
Esta historia —ignoro si es verdadera o apócrifa— contiene una lección: por grave que sea el problema que ahora tienes, siempre habrá alguien que tendrá un problema considerablemente más grave que el tuyo. Lo que digo no tiene relación con aquello de “Mal de muchos.”, etcétera. Más bien enseña a afrontar tus problemas con ánimo sereno, y a buscarles con igual ánimo la debida solución.
¡Hasta mañana!…
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