AÑO QUE TERMINA, DE ALIMENTOS CAROS Y ESCASOS
CIUDAD DE MÉXICO (El Universal).— Si bien el brote inflacionario que se vivió durante 2022 estuvo lejos de ser una crisis como fue en la década de los 80 o 90, con inflaciones galopantes de hasta triple dígito, los bolsillos de los mexicanos padecieron una de las épocas más difíciles con alimentos caros y escasos.
Pasará 2022 a la historia como el de la peor inflación de los últimos 22 años, con la carestía más terca que se resiste a bajar.
Tocó su pico en la segunda quincena de agosto, con un nivel de 8.8 por ciento, nivel que no se alcanzaba desde finales del año 2000, cuya tasa descendió a 7.8 por ciento en la primera quincena de diciembre, pero durante ese trayecto fue necesario que el Gobierno Federal interviniera otorgando subsidios a combustibles y que la autoridad monetaria se enfocara a encarecer el costo del dinero prestado, subiendo su principal tasa de interés hasta 10.50 por ciento.
Lo anterior fue reforzado con un programa contra la inflación pactado con algunas empresas para controlar los precios de 24 productos de la canasta básica y que la Secretaría de Economía está evaluando ampliar.
El Banco de México (Banxico) estima que la carestía general acabará este año en 8.1 por ciento y la llamada inflación dura o subyacente en 8.5 por ciento, para converger a la meta puntual de tres por ciento hasta el cuarto trimestre de 2024, cuando inicie el siguiente sexenio.
Para 2023 se espera todavía un año inflacionario, pero no de la magnitud como lo fue 2022 aquí y en todo el mundo.
Las proyecciones de Banxico indican que será durante la primera mitad de 2023 cuando el también llamado impuesto de los pobres pase de 7.5 por ciento a 5.9 por ciento.
El segundo semestre del próximo año se acelerará el proceso desinflacionario, pero siempre y cuando no aparezca otro choque —como una nueva pandemia o un riesgo geopolítico—, con una inflación de cinco por ciento para acabar 2023 en 4.2 por ciento, según el banco.
DE LO TRANSITORIO A LA RESISTENCIA
En un principio, cuando no aparecía en el escenario geopolítico el conflicto bélico en Europa, se estimaba que era una inflación preponderantemente importada por las secuelas de la pandemia y de carácter temporal.
Finalmente, Rusia cumplió sus amenazas e invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022 y desató una escalada de los precios energéticos en el plano mundial, ante la supremacía de Rusia en materia energética.
Luego se fueron agravando otros problemas que se pensaba se superarían con la reapertura de actividades ante los avances en la vacunación contra Covid-19.
A la par surgieron nuevas variantes del coronavirus y comenzaron a escasear alimentos, sobre todo los granos provenientes de Ucrania, y fue cuando el mundo se percató que era uno de los principales países productores de esas materias primas.
El precio del trigo tocó un máximo histórico de 13.40 dólares por bushel el cuatro de marzo, y el maíz un récord de 8.27 dólares el 29 de abril, en tanto que la soya llegó a 17.84 unidades.
Luego, la inflación se empezó a presionar con el encarecimiento del costo del transporte de mercancías, cuyo paso cada vez se complicaba en puertos marítimos por sanciones impuestas a Rusia, y autosanciones frente a riesgos implícitos de una guerra, como lo destacó Banco Base en su reporte anual.
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Que vieja tan terca