Arlequín (*)
Cuando se es un estadista tan iluminado, como lo es nuestro Presidente —el segundo más popular del mundo—, y se diseña una solución para resolver un problema, muchas veces se acaba por hacerlo y muchos otros más, serendipia política podría llamarse a esa virtud.
No se me desespere, que ya le explicó de lo que se trata. El Presidente y líder supremo de la cuarta transformación ideó un plan para doblar al segundo hombre más rico del país, que quería que le pagaran nueve mil millones de pesos de los dineros del pueblo, de los pobres, para que se entregará un tramito de 120 kilómetros de vía de ferrocarril que él tenía concesionado por el Estado y que ahora el Gobierno necesita para utilizarla como parte del recorrido del Tren Interoceánico, que atravesará desde las costas de Oaxaca hasta el Golfo de México.
Pese a la generosa oferta que recibió del señor Presidente, el empresario voraz, Germán Larrea, cabeza del Grupo México, no cedió y se sintió muy poderoso, como en los tiempos de corrupción neoliberal.
Y, qué fue lo que hizo el preclaro Mandatario: expropiarle, bueno “tomar temporalmente”, sus vías. Y, en cuestión de horas, el poderoso y rico empresario se doblegó ante el austero y humilde representante del pueblo bueno, y aceptó no recibir nada de dinero, pero sí a cambio, algunos beneficios, como el de que no se hiciera cumplir la amenaza presidencial de retirarle algunas otras de sus muchas concesiones.
El asunto quedó resuelto, el rico perdió y el pobre ganó, como debe ser en la etapa del humanismo mexicano. Y aquí es donde entra la cosa de la serendipia —palabreja que sirve para referirse a la circunstancia de encontrar por casualidad algo que no se buscaba—. Es decir, se buscaba resolver el caso de Grupo México y se descubrió que esta estrategia sirve para resolver muchos otros problemas, y para hacer justicia a favor de los pobres.
De este modo, ya no son necesarios los planes A, B o C, lo de hoy son las expropiaciones o el rescate de las concesiones.
Por ejemplo, para qué esperar a que en el 2024 el Gobierno de la 4T gane la mayoría en el Congreso y haga una ley para desaparecer al Poder Judicial. Sólo bastaría que, por cuestiones de interés nacional, el Presidente expropiara el terreno sobre el que está construida la Suprema Corte de Justicia de la Nación y asunto arreglado. No más campañas contra los ministros, no más manifestaciones de patrióticos gobernadores para demandar la renuncia de los miembros del máximo tribunal, la solución es sencilla: expropiación.
Y si funciona con la Suprema Corte, también se puede hacer con el Instituto Nacional de Transparencia (INAI). Para que los conservadores y medios de comunicación fifís dejen de dar lata con eso de que el Gobierno Federal les entregue información pública y rinda cuentas a los ciudadanos, lo mejor sería la expropiación de la sede del INAI. Sólo se necesitaría que justo sobre el terreno del INAI se haga un plan para construir una estación del Metro, o un hospital, y que la Marina o el Ejército desalojen a los consejeros del Instituto y tomen la sede del INAI temporalmente, por unos 99 años cuando mucho.
La toma del INAI también tiene interés nacional, en este caso, se trata de cuidar las finanzas del país, pues, para qué se necesita una institución que obligue al Gobierno a proporcionar información a los ciudadanos, si aquí gobierna el pueblo bueno y ningún funcionario público, desde el Presidente, hasta el más humilde de los empleados, roba ni miente ni traiciona. Y, en el caso de la trasparencia, este régimen no esconde nada ni espía a nadie, nada se hace a espaldas del pueblo y se tiene claridad del destino de cada centavo de los dineros públicos. Sólo el agua es más transparente que la 4T.
Así que, si nadie roba, nadie miente y nadie esconde información, para que se gasta el dinero del pueblo en un instituto, millones que servirían para dar muchos apoyos a los más pobres, muchas más pensiones a los adultos mayores y financiar más programas sociales.
Otro mal que atenta contra la transformación del país es el de los medios de comunicación que están al servicio de los conservadores, de la oligarquía. Aquí se puede aplicar tanto la figura de la expropiación, como la del rescate de la concesión o toma temporal.
En el primer caso entran los molestos periódicos y otros medios que no dependen de una concesión del Estado para operar. Para estos medios de comunicación, es ideal usar la figura de la expropiación con fines de seguridad nacional, ya que, con sus noticias y opiniones ponen en riesgo la continuidad de la transformación del país y qué puede ser más inseguro para la nación que regresen los gobiernos del PRI o del PAN.
En el caso de las televisoras o radiodifusoras, la mejor figura jurídica que se podría utilizar es la del “rescate de la concesión”. Es decir, dejar de permitir a estos medios que usen el espacio radioeléctrico que el Estado les tiene concesionado. Así, de un plumazo se puede demostrar quién es el que manda aquí, y quién es quién en las concesiones. Enfrentar a los medios electrónicos a decretazo limpio.
Y, que los concesionarios no vayan a salir conque la ley es la ley, además cuando busquen apoyo de los ministros de la Suprema Corte se encontrarán con la noticia de que esa institución ya fue expropiada. ¿Cómo le quedó el ojito?
Otro problema que puede ser resuelto con este método es el de la compra de Banamex por parte del Gobierno. En caso de que los dueños de la firma estadunidense Citigroup se pongan pesados, y no quieren venderle Banamex a AMLO, para pronto,” exprópiese”, como diría el gran compañero y comandante Hugo Chávez.
Si no es por la buena, no queda otro camino que el de la expropiación de todas las sucursales y cajeros del banco, que tras la confiscación lucirán hermosos letreros color guinda y el logo de “Banamex-Bienestar”, y estas sucursales tendrán los mismos estándares de calidad que actualmente tiene el Banco del Bienestar y sus cajeros automáticos.
Y esto de la expropiada también funciona para temas electorales.
Si el próximo 4 de junio, por alguna razón la candidata del pueblo, la maestra Delfina Gómez, no obtiene el triunfo, sin más, el Presidente puede expropiar el Estado de México y convertirlo en parte de la Ciudad de México.
Casi todos los problemas podrían ser resueltos con esta poderosa herramienta, y ahora que nuestro líder supremo la descubrió, agárrense adversarios, neoliberales y conservadores de México que la expropiación es la solución.
ME CANSO GANSO. El hombre de AMLO dentro del PAN.
—No es necesario utilizar Pegasus ni hacer otro tipo de espionaje para averiguar la verdad. Y la verdad es que el presidente López Obrador ya le expropió al PAN a su mismísimo líder nacional, Marko Cortés. De manera sigilosa, Cortés está trabajando para la cuarta transformación. Su tarea es evitar de que algún candidato de panista crezca lo suficiente para competir con la “corcholata” de Morena en la elección presidencial de 2024. Además, en su misión, que desde luego realiza de manera encubierta, también está encargado de dinamitar la alianza con el PRI y el PRD. Y, cosa rara, pero Marko está haciendo un trabajo excelente, de primera y obradorizado.
(*) Analista serio de la política cómica.
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