Enrique Pastor Cruz Carranza
Si bien el compositor y cantante de música mexicana José Alfredo Jiménez presumía en su tierra natal Guanajuato que la vida no vale nada, en Campeche Layda Sansores, la destructora poetisa de las letanías más abominables para halagar al poderoso en Palacio Nacional en mezcla bilingüe maya-español, ha demostrado que aquí las leyes, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los acuerdos internacionales en la tierra de Manuel Crescencio García Rejón y los amparos, son usados como papel sanitario de la hija del Cacique Negro.
No puede ser más evidente la soberbia y control de la gobernadora extraordinaria campechana, sobre los presuntos lineamientos de AMLO en su pasatiempo de jugar al “gato y las corcholatas”, y ver cómo se violentan las leyes electorales en abierto desafío a la legalidad, buscando crear los escenarios de anarquía para seguir en el “Plan D” y generar todo clase de conflictos derivando en una copia similar a las vividas en la toma del Capitolio norteamericano por su “hermano” Donald Trump, y cobrarle la factura de tantos privilegios a las Fuerzas Armadas para establecer la “dictadura militar de AMLO”.
Es increíble cómo la historia de lo absurdo en la humanidad se repite en diferentes escenarios, con el mismo libreto, mientras la polarización de la sociedad rinde los frutos de quienes a río revuelto pescan a las instituciones construidas con tantas luchas de perfeccionamiento de nuestra democracia, para vivir en libertad de oportunidades y retos de superación, y apegados a transitar en un marco de respeto al Estado de derecho y apertura para todos hermanos de esta suave patria.
Una cosa es la retórica, demagogia, manipulación a la ignorancia, ruindad con dogmas doctrinarios de “pueblo pobre y bueno”, contra los satanizados aspiracionistas que luchan por mejorar sus vidas, empresarios nacionalistas que no se ponen de alfombra ante el tirano en ciernes, ciudadanos malos que marcharon con dignidad para hacer de “La marea rosa” un dique de contención contra el asalto pleno del INE, mientras en la realidad, las virtudes que se excretan sin recato caen por su propio peso y la verdad de hechos las aplastan con las pruebas irrefutables del cinismo ramplón.
El presidente López Obrador hace lo que más le gusta.
Politiquería visceral y rupestre moviendo sus fichas enfrentándolas entre sí por “Leonor”, para disfrutar con vanidad mesiánica, como los ambiciosos soñadores de su “dedazo”.
Sus cálculos de control y poder parecen no tener un horizonte de conclusión, y la soberbia de no someter a la oposición en ruta de cohesión para tener éxito, irrita el ego singular de quien asegura dará a conocer al o la aspirante, la cual deberá someter a su campaña de desprestigio, linchamientos, vulgaridad, montajes y villanía por cuenta de Layda Sansores, la futura secretaria de Gobernación de Claudia Sheinbaum, para tener una réplica de “Los Borgia de la 4T”.
No podríamos entender de otra forma la realidad de los moneros predilectos del sexenio y parte del “Granma mexicano”, siendo financiados desde la jefatura de la CdMx con megamillonarios contratos directos de Claudita, y que ahora afloran como evidencias contra las demás “cómicas corcholatas” atacadas con fuerza de canes amaestrados y bien maiceados.
Las revelaciones en redes sociales y prensa libre son demoledoras y los desnudan poniéndolos en total escrutinio de los ciudadanos, quienes lograron una completa dosis de ácido fólico en su etapa natural de gestación.
En una mañanera escuchamos la epístola según san AMLO, de cómo se perdonaban el pago de impuestos a los grandes empresarios y que hoy vivimos —desde la visión suprema del “señor” en su balcón de Palacio Nacional— un mundo ¡feliz, ¡feliz! , ¡feliz!, donde nadie evade pago de impuestos, sólo sus consentidos moneros, que lo han elevado a supremo creador colocándolo a la par de Simón Bolívar, Fidel Castro, Hugo Chávez y Donald Trump.
¡El SAT los perdonó sin pudor!
La realidad de cómo se mantiene una violación permanente de la ley y a favor de los y las consentidas, se ve con Claudia Sheinbaum, el cavernario Cuitláhuac García y la siempre apapachada Laydita.
Una gráfica que tomé en la avenida Gobernadores de la capital campechana, despeja que el plan es dejar en claro que el abuelito apoya sin importar el Tribunal Federal Electoral (TFE) o el propio INE, que son testigos o monumentos de sal.
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