Catón
Este amigo mío con quien los martes por la noche bebo una copa de vino —o dos, o tres, o cuatro— es un hombre proclive a las heterodoxias. Anoche, por ejemplo, dijo que en dos mitologías se asienta el edificio de la cultura occidental: la mitología griega y la judeocristiana. Añadió que entre ambas hay notables semejanzas. Por ejemplo, las dos coinciden en culpar a una mujer de todos los males que afligen a la humanidad doliente. Los paganos le echan la culpa a una tal Pandora; los judíos y cristianos a Eva. “Como ves —me indica—, la misoginia es tan vieja como el mundo”. Acoto: “Eso no la justifica”. “No —acepta—, pero nos ayuda a verla como una anciana que se niega a morir y sigue entre nosotros”. Luego me habla de Pandora, la primera mujer que hubo en el mundo según el mito griego. Los dioses le entregaron una caja en la cual habían metido todas las desgracias que derivan de la condición humana: la enfermedad, la muerte, la guerra, el hambre, el dolor, la soledad. Los tales dioses —los talísimos dioses— no le revelaron a Pandora el contenido de la caja, pero le advirtieron que por ningún motivo la abriera. Ella, curiosa, la abrió, y esas calamidades escaparon. Desde entonces no han dejado de jodernos, lo mismo que las maldiciones que el vengativo Yahvé hizo caer sobre Adán y Eva después de que comieron la manzana. “Nadie puede contra los dioses —postula mi amigo—, ni siquiera los que no creemos en ellos”. Olvidó decir el final del mito de Pandora. Alcanzó a cerrar la caja antes de que saliera de ella una bella criatura en forma de pequeña mariposa: la esperanza. Ya se ve que la narración pagana es más compasiva que el relato bíblico. A Adán y Eva ni siquiera eso les quedó. Fue necesario un testamento nuevo —un Nuevo Testamento— para que la felix culpa del hombre y la mujer trajera consigo la esperanza. Advierto, sin embargo, que por contar lo que mi amigo cuenta he alargado la peroración. A lo que voy es a decir que López Obrador abrió una caja de la cual han salido desdichas de toda laya para México. Por eso me sorprende el alto índice de aprobación que tiene, y que no puede explicarse únicamente por las dádivas en dinero que reparte. Indiscutiblemente si la elección presidencial fuera hoy su partido la ganaría por muy amplio margen. Eso me desazona, pues a pesar de las opiniones a favor veo en López Obrador un presidente que ha causado innumerables daños al país. El triunfo de Morena el próximo año haría que continuaran esos males. Dos esperanzas, sin embargo, quedan todavía en mi ánimo. La primera es que Xóchitl Gálvez sea la candidata de la oposición y logre derrotar al régimen obradorista. La segunda es que si Claudia Sheinbaum, seguramente la corcholata sobre la cual se posará el dedito del gran elector, gana la elección, una vez ceñida la banda presidencial envíe a López a su rancho y asuma plenamente el cargo sin avenirse a ser una simple marioneta en manos del caudillo. Con eso seguiría la tradición mexicana por la cual el nuevo presidente, una vez sentado en la silla del águila, manda al carajo al anterior que lo designó. Con eso se disiparía el temor de un maximato mediante el cual el tabasqueño seguiría ejerciendo el poder. Esperanza de difícil realización es esa, lo sé bien, pero cosas más insólitas y extrañas han sucedido en ese tinglado lleno de sorpresas que es la política. Por lo pronto ya no todo es miel sobre hojuelas para López como lo era antes de que él mismo pusiera a Xóchitl Gálvez en la carrera por la Presidencia. Bien se podrá decir que la moneda que traía AMLO en el bolsillo ahora está en el aire. FIN.
Las encuestas
Luy
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
En la cocina de la casa del Potrero no se oye más ruido que el borbollar de la olla donde hierve el agua para hacer el té de menta o yerbanís.
Cuando la lluvia falta la conversación decae. Lo mismo sucede con los árboles del huerto y los sembradíos en la labor.
Doña Rosa intenta animar la tertulia con una anécdota de don Abundio, su marido.
—Le dijo al compadre Melo (Carmelo se llama el tal compadre) que iba a ir a Saltillo a ver al ojista. “Será al oculista”, lo corrigió el compadre. “No —respondió Abundio—. De ahí ando bien”.
Todos reímos, menos don Abundio. Atufado, masculla con enojo:
—Vieja habladora.
Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
—Por Esta.
¡Hasta mañana!…
Más historias
Que vieja tan terca
CINISMO RAMPLÓN
EN LAS TRIPAS DEL JAGUAR: 21 NOVIEMBRE 2024