Tribuna Campeche

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Saboreando la vida

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Sebastián Korczak

¡Felicidades!

Las buenas intenciones, los buenos deseos, las llamadas anuales, los e-mails, los WhatsApps o las tarjetas postales ya llegaron a su camino. La ternura para unos, el abigarramiento para otros; unos descansan, otros se agotan, unos siguen regalando, otros siguen endeudándose; unos viajan, se alejan, otros a casa regresan. Unos cuidándose mucho, otros como si el confinamiento no existiera. La cuestión es que, sea como sea, ya pasó la Navidad e iniciamos el Año Nuevo.

Espero que las luces de colores no te hayan deslumbrado tanto, que no te permitieran ver el brillo que salió de la estrella, la que está encima del portal de Belén. Que los dorados y los platas no te hayan llenado de un lujo que te impidiera apreciar los ocres de la paja y del pesebre. Que los compromisos sociales, el protocolo, las buenas formas, no te hicieran olvidar que el buen corazón no entiende de calendarios ni fechas señaladas. Que todo lo que hayas comprado, que puede llenar tanto tu casa, tu mente, te deje recordar al hermano “necesitado” (pobre o no) que tienes al lado.

Que las melodías y los coros angelicales no te hagan sordo al llanto del Niño. Que los envoltorios elaborados y muy ornamentados no te introdujeran en una espiral de imagen y apariencia. Espero que hayas podido apreciar la sencillez del ropaje de los pastores. Que hayas encontrado un espacio de silencio para meditar la maravillosa y sorprendente escena del establo. Nació Dios y lo sigue haciendo todo el año.

 

¿DESEOS DEL AÑO NUEVO PARA TI?

Que siga la tranquilidad navideña; llénate de paz interior, de encuentros auténticos, de abrazos sinceros, de buenos deseos que salen del corazón y con la mirada limpia. Inicia este año con la energía suficiente para acometer, al menos, uno de los muchos cambios que nos proponemos tras comer las uvas o mirando el reloj a la medianoche del 31.

Celebra, como puedas, este inicio de año; con muchos, con pocos, con los que estén. Lo importante no es el número, no es el día del calendario, ni el momento. Lo importante es el encuentro.

Platón decía: “Amar la verdad hace posible amar de verdad”. Podríamos parafrasearlo como: el amor y la verdad del encuentro, hacen posible que ames la verdad sobre el que encuentras. No olvidemos que lo esencial de la persona, del encuentro, es invisible a los ojos (como decía El Principito).

Permitamos que nos involucren en sus vidas, sus historias, seamos parte del otro que cruza el camino de tu vida. Las personas necesitamos un encuentro con calma y gozo, como la Madre de Dios (con su solemnidad y bendición iniciamos cada Año Nuevo). La Virgen María siempre estaba más pendiente de los demás que de sí misma: de lo que necesitaba su prima, de los novios de Caná, de los Apóstoles, y siempre de su Hijo.

Ella nos enseña a detenernos, a mirar a su Hijo, a ver en sus ojos las necesidades de los demás, y sobre todo a mirar hacia nosotros mismos con paciencia, ternura y amor. Hay demasiadas prisas que hacen de nuestros encuentros cotidianos, más bien “roces” superficiales, tanto en la familia, sociedad, como en la Iglesia. No dejamos en el otro nada de nosotros mismos. Más bien “nos cruzamos”.

Te deseo, de corazón, que esos encuentros dejen el sello, la marca y no sólo para este año, sino para toda tu vida. El papa Francisco nos insiste: “El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y necesidades, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo”.

Que respires, agradezcas el camino andado, y sigas al encuentro del otro, de tu vida. Que abraces el momento que te está tocando vivir. Que regales tiempo, tu tiempo, que es regalar vida, tu vida. Regálalo a los que amas y te es fácil, y a los que te necesitan y a veces no te es tan fácil.

¡Feliz Año Nuevo! Que tengas muchos encuentros que te hagan crecer y dejen huellas en los demás.  Feliz Nacimiento para todos los días del nuevo año que comienza.

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