Víctor Collí Ek (*)
Constitucionalismo permacrítico
“Permacrisis” es la palabra del año 2022 según el diccionario Collins, el que la define como un largo periodo de inestabilidad e inseguridad fruto de eventos catastróficos. En los años recientes, la frecuencia de las crisis ha ido aumentando, el cambio climático, las enfermedades infecciosas emergentes, los desastres naturales, la guerra, la crisis económica en un mundo interconectado, tienen efectos profundos y duraderos, que justifican el calificar el presente como un mundo permacrítico.
Dentro de las grandes interrogantes frente a una realidad de estas características es ¿qué hacer? ¿cómo organizarse? ¿cómo prepararse? Hace unos días tuvo lugar una conferencia titulada “The New Normal. The dual track approach to health strategy and policy” impartida por el professor Hans Klugue, director regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud, la cual fue organizada por la London School of Economics.
La idea del profesor Klugue es exponer una estrategia de salud mundial a fin de afrontar nuevas crisis como la pandemia, a partir de las lecciones aprendidas en los dos últimos años, pero igualmente ir más allá y pensar la compleja red de retos del mundo presente que conecta ineludiblemente con el futuro. ¿En qué consiste esta doble vía?
La primera vía es anticipar la emergencia inmediata, con énfasis en proteger y salvar vidas. Esto incluye, entre muchas cosas, garantizar un suministro de energía ininterrumpido para mantener la salud y otros servicios sociales esenciales en funcionamiento y proteger a los más vulnerables de los impactos en la salud de la pobreza energética. Debemos prepararnos para el aumento de los ingresos hospitalarios y la demanda de cirugías, departamentos de accidentes y emergencias y servicios de atención social.
La segunda vía, en paralelo, es conectar el futuro, prepararnos para ello, por ejemplo, acelerar en gran medida la transición hacia energías limpias y renovables, lo que significa mitigar el cambio climático y, al mismo tiempo, reducir la contaminación del aire. Pero, importante, considerando a ambas vías como prioritarias.
Ahora, al hablar de crisis, como hemos indicado en el párrafo inicial, el mundo está en constante riesgo de la siguiente de ellas, con el potencial de que cada una sea más grave que la otra, pero en un mundo interdependiente un fenómeno nos acaba afectando a todos.
Es ahí que surge la necesidad de organizarnoos a nivel global, de gestionar constitucionalismo en esa misma dimensión. Las crisis venideras sin duda alguna no respetarán fronteras nacionales y requeriran de una respuesta coordinada con los esquemas como los que nos ofrece el profesor Klugue, quien ha reconocido que su mensaje a pesar de surgir sobre las crisis en sistemas de salud debe ser planteado para este mundo en permacrisis.
La buena noticia es que estas formas renovadas tienen ya ejemplos de los que podemos aprender. El movimiento de la justicia climática, el llamado replanteo de los derechos humanos, la emergencia de derechos a sujetos no humanos -como los ríos- y la adherencia a convenciones internacionales sin fuerza formalmente vinculatoria, ya nos dan una pauta de por donde podemos pensar este nuevo modelo.
Necesitamos nuevos acuerdos constitucionales a los retos de un mundo permacrítico. Es factible un paradigma de este tipo, de acuerdos globalizados y glocalizados, con diferentes configuraciones y sujetos para su cumplimiento.
Tenemos cuadros importantes de guía, grupos de acuerdos consensados por la comunidad internacional. Por un lado el conjunto de derechos planteados en el Bill of Rights Internacional, de acuerdos para afrontar los retos del Antropoceno (crisis climática, biodiversidad, crisis energética, afectación de los mares y un largo etcétera),la instrumentación de responsabilidades dadas a sujetos no públicos como las corporaciones internacionales. Por otro lado, los objetivos de desarrollo sostenible como la contracara de acción concreta con un tipo de obligación diferente.
El mundo debe estar preparado y organizado para afrontar las crisis presentes y tener los insumos suficientes para las venideras. Necesitamos desarrollar un constitucionalismo para ello. Claro que nos obliga a pensar de manera diferente las normas, las relaciones de poder, los derechos, la circulación de conocimiento y la búsqueda de soluciones.
(*) Investigador de la Universidad Autónoma de Campeche.
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