Enrique Pastor Cruz Carranza
La resolución por unanimidad de la Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación de resolver que Layda Sansores cometió violencia política contra diputadas federales en su revista vulgar del “Martes del Jaguar”, para ser inscrita en el Registro Nacional de Personas Sancionadas en Materia de Violencia de Género, derivando en que no podrá ser postulada a cargos de elección popular, confirma aquellas pláticas y reflexiones que durante muchas charlas sostuve con mi estimado don Carlos Sansores Pérez (q.e.p.d.) de que Laydita era enferma mental con evidente grado de psicopatía.
Su transitar en calidad de parásito al legado de su padre, le ha permitido disfrutar del tráfico de influencias y del privilegio de ocupar cargos sin más méritos que ser hija del político campechano, haciendo de sus caprichos trastoca dos su forma de vida con grandes putrefacciones con culpas espirituales que nunca podrá erradicar en sus extensiones generacionales.
Para quienes podrían festinarse de esta conclusión con total apego a la legalidad, sería interesante dentro de la sentencia emitida un inevitable profundo estudio psicológico para determinar el grado de patología irreversible, y de paso —insisto— separarla del cargo por evidente incapacidad mental, moral y legal, y realizar con ello un benéfico acto de caridad humana para ella y todos los campechanos.
Nadie puede sentirse halagado de tener al frente de un gran Estado como el nuestro, a la personificación integral de lo absurdo, y menos cuando su conducta supera toda capacidad de sorpresa, denigra el servicio público y violenta toda forma civilizada de gobernar con un ápice de sentido común.
La conducta completamente atrofiada de la señora gobernadora campechana requiere ser vista con responsabilidad, al margen de la jocosidad de estar frente a una comicidad dantesca que arranca las “ex-traordinarias carcajadas” en Palacio Nacional, y se replica en todos los bufones de la corte de la 4T.
Laydita requiere urgentemente ayuda profesional extrema y una miga de piedad humana aunque no se lo merezca, pues su conducta usada sin escrúpulos para convertirla en ejecutora de todas las villanías, cobardes, ruines y de arrabal pantanoso, la convierte en victimización de su propia desconexión mental, requiriendo como adición las “felicitaciones” que posterior a su burlesque de los “Martes del Jaguar ” recibe como alud de los miserables, quienes disfrutan de sus miserables actos de circo romano caligulesco, y es manipulada brutalmente por odios de sus titiriteros que la usan de ariete para sus venganzas de atrofias pasionales.
Considerando el reiterado cariño, afecto y protección del presidente López Obrador para Laydita, le solicito de nuevo mínima piedad, lástima y sororidad extensiva para Claudia Sheinbaum con su fiel fanática, para recibir la atención más humanamente posible y poder matizar, antes que escale a grado de llegar a sentirse una jaguar y empezar a morder humanos.
Reitérele que es extraordinaria y que la necesita en su gabinete.
Dicen los expertos en cortos circuitos mentales que es una buena técnica de rescate. Pón-
gala en su gabinete, y si me permite hacerle una sugerencia, intégrela diario a las mañaneras para que le recite poemas, odas, apologías y lo haga sentir muy bien frente a los escarnios de nosotros los nefastos periodistas críticos, los neoliberales y el Poder Judicial.
Hasta podría crear un manual de todo lo negativo que significan las piñas y sus derivados para la salud dictatorial de su narco-4T, con acuerdos inconfesables concluidos. Le garantizo Presidente que su mañanera logrará escalar alto rating nacional e internacional, sin importar que esto lastime los ridículos sentimientos de la señora Vilchis, el Pirata Falso Tuerto o el singular Lord Molécula.
¡Todos saldremos ganando!
Los campechanos —imagínese presidente— verla fuera con toda su pandilla prófuga de la Alcaldía Álvaro Obregón, a su lado todas las mañanas en Palacio Nacional, y usted recibiendo el tsunami de buenas energías góticas, todo el poder de la santería cubana, los gruñidos del jaguar con hidrocefalia y las danzas con torvos ladinos adiestrados por Jesusito, que a diario lo acompañan frente al templete doctrinario.
Aunque la verdad, lo menos perverso es internar en una clínica a Laydita con expertos extremos en atrocidades de psicología humana o animal.
Don Carlos lo tenía claro. Por respeto a que nacimos de una mujer —por piedad—, todavía se pude hacer algo al respecto.
Gracias anticipadas presidente.
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